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Luto mundial por la muerte del papa Francisco: el “papa del pueblo” falleció a los 88 años en el Vaticano

El sumo pontífice murió en Roma tras luchar contra un complicado cuadro médico. El jerarca transformó la Iglesia católica y lideró las más nobles causas del planeta. ¿Qué será del mundo sin él?

Jorge Bergoglio fue el primer papa no europeo en más de 1.000 años. Su llegada al pontificado irradió de esperanza al mundo católico y le dio nuevo aire, en un mundo en el que la fe por la Iglesia parecía ser cada vez más escasa. El papa Francisco, sin embargo, hizo una revolución con su propio estilo e impronta. Lideró las principales causas humanitarias de estos tiempos y, en medio de su júbilo y carisma, levantó ampolla. Y bastante. Su muerte en Roma, tras las graves complicaciones de salud que lo aquejaban, estremece al planeta.

La cuenta de X del Vaticano informó esta madrugada sobre las 4:30 a.m. la muerte del pontífice: “desde la Capilla de Casa Santa Marta, el Cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, anunció la muerte del #PapaFrancisco este lunes 21 de abril de 2025 a las 7:35 de la mañana”.

¿Qué será del mundo sin el papa Francisco?

Es una pregunta difícil que va mucho más allá de lo que el sumo pontífice representa para la fe católica. El máximo jerarca de la Iglesia se había posicionado como la voz fundamental en casi todo debate esencial de la humanidad.

Recientemente, como contrapoder a las pretensiones de Trump de expulsar a los migrantes de Estados Unidos, como aliado de la lucha contra el cambio climático, como voz fuerte contra la desinformación y los peligros de las redes sociales, como enemigo de la “mentalidad machista” de la Iglesia, y como la persona que abrió por primera vez la puerta para la inclusión de la comunidad LGBTI. Y especialmente como un hombre de paz. Fue la voz de la sensatez en guerras complejas como la del Oriente Medio, Ucrania e incluso en los esfuerzos de paz de Colombia.

El papa Francisco se convirtió en el sucesor de Benedicto XVI en el año 2013.

Pero Francisco también había levantado unas causas silenciosas, peligrosas e impopulares en el Vaticano. El papa tenía la meta de “limpiar la casa por dentro”. Y en esa cruzada se ganó muchos enemigos.

Un artículo de Vanity Fair, titulado ‘Benedicto XVI vs. Francisco I: la guerra oculta que divide al Vaticano’, cuenta cómo la Iglesia se dividió entre ambos jerarcas. Allí, el periodista experto en el vaticano John Cornwell lo describía así: “La Iglesia católica se halla dividida por culpa de la lucha que libran conservadores y progresistas, comparable a la batalla en la que se enfrentan los ángeles en El paraíso perdido, de Milton. En el trasfondo estaba la intención de Francisco de supervisar el manejo de las enormes arcas del Vaticano, envuelto también en escándalos de corrupción. Y su deseo de abrir el más doloroso acápite de la iglesia: el de los años de abusos sexuales a niños inocentes”.

El mundo sin el papa Francisco perderá uno de sus pocos polos a tierra universales, en una era en la que es lo radical, lo rápido y lo brutal lo que manda la parada. El argentino asumió su pontificado con la humildad de los jesuitas, pero también con una enorme ambición por servir. Dejó de lado la imagen rígida de los papas de antaño, con sus joyas y trajes ceremoniales, y se entregó a la gente. Se convirtió en una especie de estrella de rock aclamada en todos los países. No hubo viaje en el que no fuera recibido por millones.

El papa Francisco ofrece una bendición mientras recita la plegaria del Angelus desde la ventana de su estudio con vistas a la plaza de San Pedro en el Vaticano, el domingo 19 de enero de 2025.

La revista Time le hizo un conmovedor perfil, cuando lo eligió como la persona del año, con apenas nueve meses de pontificado, por “haber trasladado el pontificado del palacio a las calles, comprometer a la mayor religión del mundo a enfrentar sus necesidades más profundas y equilibrar el juicio con la misericordia”.

“En un tiempo en que los límites del liderazgo son puestos a prueba en tantos lugares, llega un hombre —sin ejército ni armas, sin un reino más allá de un pequeño pedazo de tierra en el centro de Roma, pero con el enorme respaldo de la riqueza y el peso de la historia— para plantear un desafío. El mundo se está haciendo más pequeño; las voces individuales se escuchan cada vez más fuertes; la tecnología hace que la virtud se vuelva viral, por lo que el púlpito de Francisco es visible hasta el confín de la Tierra. Cuando besa la cara de un hombre desfigurado o lava los pies de una mujer musulmana, la imagen resuena mucho más allá de los límites de la Iglesia católica”, destacó la revista.

En su biografía, publicada hace un par de meses y titulada Esperanza, el papa comienza contando la historia providencial de su vida. Por años, Bergoglio escuchó de niño cómo el barco en el que debían viajar sus abuelos junto con su padre terminó protagonizando un naufragio de película. El buque iba rumbo a las costas de Brasil, hacia Porto Seguro, cuando escuchó un estruendo, un “trueno sordo”. Al estilo del Titanic, en medio del caos, los músicos siguieron tocando, mientras el pánico se apoderaba del barco. La señal de socorro se encendió y los barcos a su alrededor emprendieron una carrera por la vida, mientras una llamarada producto del estallido de las calderas les hacía casi imposible el paso.

El papa recordó en su libro esa narración de sus ancestros con detalles alucinantes. Los pasajeros, muchos de los cuales no conocían el mar ni sabían nadar, caían de golpe entre las aguas infestadas de tiburones, mientras los “rezos y gritos se mezclaban”. Más de trescientas personas murieron en esa tragedia, pero no los Bergoglio.

El papa Francisco en la Plaza San Pedro en el Vaticano el 26 de enero del 2025.

“Mis abuelos y su único hijo, Mario, el muchacho que iba a ser mi padre, compraron el pasaje para esa larga travesía en aquel buque que zarpó del puerto de Génova el 11 de octubre de 1927, rumbo a Buenos Aires. Pero no embarcaron. Por mucho que lo intentaron, no consiguieron vender a tiempo cuanto tenían. Al cabo, muy a su pesar, los Bergoglio tuvieron que devolver el pasaje y aplazar la partida para Argentina. Por eso estoy ahora aquí. No se imaginan la de veces que se lo he agradecido a la Divina Providencia”, escribió conmovido.

La Divina Providencia le dio al mundo católico, con todos sus azares, la vida de un hombre extraordinario que hoy el mundo despide, con dolor y expectativa.

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