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IRA vs. PACIENCIA

     Mi amiga solía decirme que ella era de extremos: o experimentaba grandes odios o intensos amores. Las tormentas de la ira suelen arrasar tanto la belleza de la playa como el corazón humano.
 
       Cuando sentimos una sutil sensación en la espalda que sube como un frio helado y tiemblan nuestras mandíbulas, es la amígdala cerebral encendiéndose por una crítica recibida. Nos acercamos así al borde de la violencia.  Luego, la culpa nos invade, pero el daño ya está hecho y sucumben las relaciones familiares.
 
       Nos han enseñado que contemos hasta siete, pero la furia nos vence. ¿Qué falla en estos momentos?: ¿los genes, la cuna, la educación? ¿O nos faltó golpearnos en la universidad de la vida?
 
       Joseph LeDoux demostró que cuando nos atacan, primero huimos o atacamos y luego sentimos miedo o rabia. Quien primero detecta el peligro es el inconsciente. Ocurre tan en milisegundos, dando la ilusión de que primero sentimos emociones y luego huimos o atacamos.

       Los animales actúan en lugar de pensar. El acto reflexivo puede ser peligroso. En la oscuridad del bosque, si pisamos algo semiblando, corremos en vez de detenernos a investigar si es un sapo, una serpiente o una esponja para lavar. Detenernos puede ser fatal si es una serpiente. Este comportamiento se hereda filogenéticamente. Y, si en la noche vemos una sombra, lo más probable es que primero corramos. Detenernos a observar puede ser peligroso.
 
       ¿Cómo surge este arte de pensar que nos impide salir corriendo o atacar en forma refleja y así construir una cultura?:
 
       Cuando un niño de 5 años estaba a punto de correr hacia una avenida llena de autos en busca de su pelota, su padre gritó: – ¡QUIETO! – El niño se paralizó del susto. Este grito nunca se borrará de su mente; y quizá se trasmita epigenéticamente a sus hijos.
 
       O cuando un adolescente, en un momento de rabia amorosa, está a punto de fumar marihuana o cortarse las venas, algo lo detiene. No sabe qué es, pero es una voz interna que le dice: “SI TE CORTAS TE MATO” o “SI FUMAS TE ACABO” Ese es el grillo de pinocho o la voz de la conciencia, la internalización de la voz de los padres que muchas veces le dijeron: “¡CUIDADO CON LO QUE HACES!”; voz, que quedará grabada en letras de oro. 
 
       Según como haya sido nuestra epigenética, crianza y amor recibido, dependerá nuestra fortaleza para vivir en paz. Una conciencia débil, donde lo ilícito fue tolerado, nos impedirá tener paciencia, perpetuándose la guerra y el dolor.
 
       Si por alguna razón sufrimos de ira incontenible, debemos desarrollar la paciencia, una virtud que implica perseverancia. Los estoicos tienen mucho que enseñar en esto. Su filosofía muestra cómo hacer el bien y aceptar a la naturaleza tal como es, encontrando orden y razón en ella, maravillándonos por cada criatura de la vida. Nos invitan a mirarnos en perspectiva reflexionando sobre nuestra conducta diaria. Marco Aurelio, el emperador Romano, escribía frases cada noche para fortalecer sus virtudes, frases que luego se convirtieron en su libro “Meditaciones”.
 
       La amígdala encendida se calmará, también, a través del ejercicio y la meditación diaria, orquestando armonía en el cerebro visceral y central con sus múltiples sustancias neurotransmisoras, especialmente la adrenalina, la acetilcolina la serotonina y el cortisol.
 
       También la amígdala cederá su paso a la calma en el encuentro cotidiano con un psicoterapeuta, o un sabio Chaman, quién devendrá una figura importante para su paciente, re-inscribiendo y transformando las arraigadas y múltiples vivencias amor-odio en el misterioso diván.
 
       Como último recurso, tenemos la opción de los fármacos moduladores de la emoción que activan las sustancias gabaérgicas y glutamatérgicas cerebrales.
 
       Poco a poco aprenderemos a vivir entre la danza de lo que somos y lo que construimos. Poco a poco saldremos del túnel de la violencia para ejercer lo que nos hace humanos: la capacidad de reflexión. Llevar un morral de traumas infantiles, no nos impide construir columnas colosales de paciencia, bondad, honestidad humildad y valentía. Tu decides.
 
Dr.Lucio David González.
Psiquiatra. Master Psicoanálisis.

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