los últimos días hubo una guerra de trinos entre el presidente Petro y el expresidente Duque. El primero defendiendo a Cuba como si se tratara de un paraíso y el segundo acusando a su dictadura de haber instaurado un modelo fallido. ¿Quién tiene razón?
La revolución cubana ha sido el experimento más igualitario en la historia de América Latina. Pero hoy, a todas luces, definitivamente no es la utopía que describe nuestro presidente, cuando le trina a Duque: “Los Castro cuidaron que sus niños tuvieran comida, salud y educación; en cambio tú, Duque, los bombardeaste, creyendo que así moría el comunismo, tanta estupidez pensaste”.
Resulta que antes de que Castro llegara al poder, el PIB cubano era el tercero más alto de América Latina, igual al de España y el doble del de Singapur. Hoy, en los ‘rankings’ aparece como el 9.º país más vulnerable del mundo, lo cual, según Petro, es culpa del bloqueo de EE. UU. En parte tiene razón. Pero semejante fracaso se debe, más que a cualquier otra cosa, a la implantación del régimen comunista.
Cuando Cuba dependía de la Unión Soviética, se lograron avances importantes en educación y salud. La educación era gratuita desde kínder a posgrado. En salud se llegó a los índices más positivos contra la mortalidad en el continente y a una expectativa de vida superior al promedio latinoamericano.
Hoy todo eso está cuestionado. Lo que permitió esos éxitos fueron los 6.000 millones de dólares anuales que el bloque soviético le regalaba a la isla. Pero con la caída del muro de Berlín, ese subsidio se esfumó.
Como los Castro siempre caían parados, se fueron los soviéticos y llegó Hugo Chávez. A este le había llovido un milagro del cielo: cuando pudo tomarse el poder, el petróleo estaba a US$ 10 el barril y en poco tiempo se subió a US$ 100. Es decir que los ingresos en divisas se multiplicaron por 10. Es como si Colombia, que hoy tiene exportaciones por 53.000 millones de dólares, pudiera multiplicar su valor por 10 y termináramos recibiendo divisas por 530.000 millones de dólares. Con esa bonanza, Chávez resolvió salir al rescate de sus hermanos socialistas y en los 20 años posteriores les giró 60.000 millones de dólares.
Hoy resulta que el único país tan quebrado como Cuba es Venezuela. Al socialismo bolivariano del siglo XXI se le ha desplomado la producción de petróleo de 3 millones de barriles diarios a 750.000. Es decir, perdió el 75 % de su casi única fuente de ingresos. Y aunque hoy está a US$ 90 el barril, en épocas de vacas flacas ha llegado a estar en la mitad.
Sin Rusia primero y sin Venezuela, después, Cuba quedó en los rines. O mejor dicho, en su plata. Y eso ha hecho que la gente sienta que sus condiciones de vida hoy son comparables con las del denominado “período especial”, expresión acuñada por Fidel para describir la amarrada del cinturón que siguió a la caída del muro de Berlín. En un solo año, el PIB del país cayó en un 35 %.
Y cuando comenzaba más o menos a recuperarse, vino la pandemia y dejó a la isla, que vivía del turismo, sin turistas. El resultado es que los cubanos que no tienen dólares, que son casi todos, apenas pueden sobrevivir. El dólar en el mercado negro está a 240 pesos cubanos. El salario mínimo es de 2.100 pesos. Eso da US$ 8,75 al mes. Y como en los supermercados y almacenes donde hay comida de calidad solo se reciben dólares, el pueblo cubano vive de las tarjetas de racionamiento, lo que equivale a una economía de guerra.
La salud, que llegó a funcionar, hoy enfrenta la quiebra de los hospitales. Los médicos padecen la escasez de elementos básicos como medicamentos, jeringas, gasas, etc. El paciente queda atendido a palo seco. Y hay tantos médicos en Cuba que se han convertido en uno de los principales productos de exportación, pero el Estado les quita el 80 % del sueldo que reciben en el extranjero. Además, la atención a la salud depende de la renovación de los instrumentos y de que los médicos se actualicen con los avances de la ciencia. En un país aislado y quebrado como Cuba, ambas cosas son inalcanzables.
En cuanto a la educación, por buena que siga siendo –descontando su adoctrinamiento–, tiene frustrados a los aspirantes a entrar al mercado laboral. Un cirujano del corazón o un ingeniero nuclear se gana 3 salarios mínimos, US$ 26 al mes. O sea que le tomará 4 meses comprarse algo que valga US$ 100. Eso hace que muchísimos cubanos quieran irse de Cuba, así sea atravesando el peligrosísimo Tapón del Darién o arriesgando su vida en frágiles balsas.
Ante esta situación, Petro mira para el lado de Duque y lo sentencia con esta memorable frase: “Me importa (sic) un pito los que se creen demócratas con la sangre de los niños colombianos y cubanos en sus manos”.
Redacción ELTIEMPO.