MAURICIO VARGAS
Hundidos plebiscito, referendo y constituyente, Petro se dispone a naufragar en la consulta popular.
“Todo en ti fue naufragio”, dice un verso de Pablo Neruda que cae como anillo al dedo para definir el gobierno del presidente Gustavo Petro. Desde el espejismo del tren elevado entre Barranquilla y Buenaventura hasta la retahíla de insensatas reformas mal llamadas sociales, hundidas casi todas en el Congreso a pesar de las toneladas de mermelada contratista y clientelista con que el gabinete ha querido aceitar unas mayorías esquivas, pasando por el lema de ‘Colombia, potencia mundial de vida’, ahogado en ríos de sangre en Cauca, Arauca y Catatumbo, este gobierno se ha especializado en fracasar.
El ilusionista de la Casa de Nariño acaba de sacar, de las orejas, el último conejo que quedaba en la chistera: la consulta popular para que –alega Petro– el pueblo imponga las reformas que el Congreso niega. Tras lanzar la propuesta –en la red X, a las volandas y sin consultar con quienes saben– corrieron a explicarle que una consulta popular necesita el aval del mismo Senado que ha votado contra las reformas por considerarlas altamente dañinas. Y luego, el visto bueno de la Corte Constitucional, que ha tumbado lo poco que el Congreso ha dejado pasar.
También le han explicado que la Constitución prohíbe que en una consulta popular sean incluidos artículos de ley. Si no pueden someter el texto preciso de reformas tan enredadas como la laboral y la de salud, ¿qué demonios van a preguntar en la consulta? El recién nombrado ministro del Trabajo, Antonio Sanguino, se deslomaba en la radio tratando de dar forma a esas preguntas, con el mismo nivel de acierto de cuando predijo que la reforma laboral tenía los votos para salir adelante en la Comisión Séptima del Senado, apenas horas antes del registro, por 8 de los 14 miembros de la comisión, de una ponencia en contra. ¡Qué ojo clínico el de Sanguino!
El ilusionista de la Casa de Nariño acaba de sacar, de las orejas, el último conejo que quedaba en la chistera: la consulta popular para que alega Petro el pueblo imponga las reformas que el Congreso niega
Con la consulta popular, Petro agota el listado de mecanismos de participación y reforma de la Constitución. Antes había fracasado con el plebiscito, el referendo y la asamblea constituyente, echados al aire sin el debido estudio como coloridos globos que a las pocas semanas cayeron al suelo, chamuscados y desinflados.
¿Y si logra convencer al Senado, y luego a la Corte Constitucional, de realizar la consulta? El globo volaría a medio gas, rozando las copas de los árboles. Para su validez, la consulta tendría que sumar más de 13,5 millones de votos, algo que ninguna de las votaciones anteriores, ni siquiera el plebiscito de paz de 2016, consiguió. Según las encuestas, el pueblo no cree en esos proyectos. A una pregunta sobre las reformas petristas del Invamer Poll de fin de febrero, 60 % de los encuestados dijeron estar en desacuerdo, contra solo 32 % de acuerdo.
Al lanzar la propuesta de la consulta tras una nueva derrota en el Capitolio, Petro sentenció el fracaso del mininterior, Armando Benedetti, cuyo mito de hábil comprador de mayorías parlamentarias había subido como palma en las semanas previas, para caer como coco con la ponencia negativa que tiene virtualmente hundida la reforma laboral. Más que insistir en enmermelar al Congreso, Benedetti debe prepararse para los dos juicios penales que le esperan en la Corte Suprema. Podrían ser tres juicios si el magistrado César Reyes, que ha mantenido por meses extrañamente engavetado el proceso por enriquecimiento ilícito, hiciera los deberes.
Con la improvisada propuesta de consulta popular, el Presidente náufrago anticipó la largada de la campaña de 2026. Todos los gobiernos han buscado demorar ese arranque: saben que cuando el país entra en modo campaña, el Gobierno pierde el poco margen de maniobra que le queda. Pero con tanto naufragio sufrido, al mandato del cambio no le queda ya margen, y Petro anticipa la campaña como única manera de seguir flotando. Ahora habrá que derrotar a su candidato presidencial y a sus listas al Congreso. No es sencillo, pero se puede lograr.
MAURICIO VARGAS