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Reflexiones Psiquiátricas. 34ª. Psicoentrega

Para mis Apreciados Lectores.

EL MISTERIO DEL DIVÁN
 
      Estoy recostado en un diván junto a mi terapeuta. ¿Qué siento, que digo? y ¿qué siente y dice el terapeuta?
 
      Dicen que es un pare al acelerador del carro humano.
 
      Si bien en el sueño perdemos el estado de alerta para que surjan las imágenes oníricas, en el diván también bajamos el estado de alerta. En el diván se disminuyen los ruidos, la luz y el movimiento, permitiendo que solo la palabra emerja, dibujando las imágenes del inconsciente
 
      Psicoterapeuta y Paciente acuerdan interpretar los misterios que se ocultan más allá de lo que relata el paciente. Un lapsus o un chiste o un equívoco nos mostrarán, los extraños aerolitos en el fondo del alma humana o, quizá, los jardines a plena luz del día, prestos a ser regados para que emerjan las flores.
 
      En el diván, olvidamos la razón y hablamos desprevenidos y sin gramática; con plena libertad, sin censura, sin códigos, y así van apareciendo los aerolitos del refugio cósmico.
 
      En el diván se repite el torbellino cíclico de la vida con diferentes colores, ornamentos, por diferentes calles y con esa música de antaño, mesclada con la nueva, generando un vals de música inefable.
 
      Es una búsqueda, sin desesperos, sin afanes, sin límites del tiempo, donde se rompen los diques que niegan la cita a la palabra. Una vez invitada la palabra, vendrán los inevitables silencios de total armonía y equilibrio mental. ¿Quién no ha llorado en el diván por aceptación de un dolor negado o emitido una sutil sonrisa al percibir lo nunca visto, pero siempre existente? ¿Quién no ha sentido la levitación psíquica, la profunda paz?
 
      Quizá la terapia más cercana al psicoanálisis es el budismo zen. En ambos se delata el libre sentir, escuchar y mirar. El psicoanálisis, además de examinar a una flor, también al igual que el budismo, la siente y se convierte en ella. Esto se llama transferencia que fluye del uno al otro.
 
      La atención plena se dirige a dejar fluir los pensamientos. No se trata de concentrarse o angustiarse por no tener qué decir; es permitirse darle voz , sin censura, al cuerpo. Psicoanálisis y mindfulness se con-funden en esta danza
 
      El terapeuta escucha todo, no aplica códigos morales y solo con su atención flotante vivencia el cifrado discurso del otro que le muestra más de lo que dice, para luego devolver más digerido ese sentir.
 
      En estos encuentros la percepción del sufrimiento cambia, de la misma manera en que el niño cambia su percepción del castigo, dependiendo de si en el fondo es o no muy amado por sus padres.
 
      Mi profesor de psicoanálisis nos decida: “Una hora de psicoanálisis puede ser suficiente para toda la vida. La vivencia es lo importante, a través de un método que libera y engrandece la compasión.
 
“Una imagen vale más que mil palabras” – Alicia en el país de las maravillas”

“Un encuentro mágico vale más que mil terapias”-  Lucio David
 
Dr. Lucio David González.
Psiquiatra. Master Psicoanálisis.
https://drluciodavidgonzal.wixsite.com/drluciodavidgonzalez

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