María Rueda
Con la renuncia como consecuencia de la corrupción en la UNGRD, Bonilla se suma a la galería de los más allegados a Petro con líos judiciales.
Cómo se nota que Gustavo Petro no tenía mucho que hacer en su viaje a Uruguay, distinto de darle la Cruz de Boyacá al expresidente Pepe Mujica e intentar desplegar en la escena la bandera del M-19, mientras Laura Sarabia, que se veía regañada por algo, la volvió luego un ‘joto’ que envolvió bajo el brazo.
Pues a Petro le sobró tiempo en su viaje a Montevideo hasta para escribir en X una diatriba de 7 páginas en las que, como si estuviera inspirado por el realismo mágico, se paseó por miles de temas, incluyendo al gobernante griego Tsipras y al ministro Varoufakis, al director de cine Costa-Gavras, a los clubes sociales, a la doctrina social cristiana, a Jesús y la Virgen, a Vargas Lleras, a la CNE, a la corte arbitral de la Cámara de Comercio, a un golpe parlamentario… antes de ir a lo que iba: pedirle la renuncia a su ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla.
Pero no porque lo creyera culpable, escribió, sino “académicamente ingenuo”; y para que se dedicara a su defensa “sin la mancha de usar su cargo y su poder para ello”.
Se sabía que esa salida de Bonilla ya estaba acordada con Petro en privado por cuenta del escándalo de la UNGRD.
La versión de sus cabecillas, Olmedo y Sneyder, así como de sus asesores e intermediarios, cada vez salpicaba más a Bonilla, hasta hacerlo insostenible. Pero este no contaba con que el Presidente se le adelantaría a pedir públicamente su retiro. Y visiblemente molesto, diría yo que hasta entendiblemente bravo, renunció, no sin antes enviar este mensaje sepulcral: “El Presidente siempre estuvo enterado de mis acciones”.
A esta advertencia, que no sé a qué les huela a ustedes, se une una de Laura Sarabia, quien hace unos 15 días dijo: “Si me llama la Fiscalía, tendré toda la disposición para declarar en la investigación por presunta financiación irregular de la campaña presidencial del 2022”.
A Bonilla lo acusa su asesora María Alejandra Benavides de que él sí tuvo conocimiento del entramado de corrupción, facilitado por el hecho de que la UNGRD hace contratación expedita de asistencia humanitaria para emergencias. Pero según Blu Radio y el valiente periodista Ricardo Ospina, también blanco de una embestida presidencial, ahora la Fiscalía dice que el exminhacienda incluso ayudó a direccionar los contratos para los municipios de Cotorra, Saravena y Carmen de Bolívar, mediante instrucciones a Olmedo y Sneyder. Bonilla no pudo explicar su interés precisamente en esos tres contratos. Pero hoy sabemos que estaba inspirado en el propio interés de senadores y representantes de la Comisión III de Hacienda y Crédito público del Congreso, lo cual le representaba al Gobierno 7 votos a su favor.
¿Qué llevó al Presidente a pedirle públicamente la renuncia a Bonilla cuando ya estaba acordada? Probablemente le haya molestado, como se cree, que este resolviera ampliar la investigación del anónimo recibido sobre la injerencia de Nicolás Alcocer Petro y del gerente de su campaña, Ricardo Roa, en el proyecto de Urrá; pues Bonilla encontró la versión creíble y radicó ante la Fiscalía una denuncia, como era su deber.
Alguna vez escribí que este se estaba convirtiendo en el gobierno más corrupto de la historia y me llovieron rayos y centellas. Pero los acontecimientos refuerzan cada vez más esa afirmación.
Alguna vez escribí que este se estaba convirtiendo en el gobierno más corrupto de la historia y me llovieron rayos y centellas. Pero los acontecimientos refuerzan cada vez más esa afirmación
Con la renuncia, voluntaria o forzada, como consecuencia de la corrupción en la UNGRD, Bonilla se suma a la galería de los más allegados a Petro con actuales o eventuales líos judiciales. Están su hijo biológico, Nicolás, al que no crio; y el adoptivo, el “otro” Nicolás, al que sí. Está su hermano Juan Fernando.
Su esposa, Verónica. Benedetti, su jefe de campaña. El exgerente de la misma, Ricardo Roa, y su novio. La exjefa de gabinete, Laura Sarabia y su hermano. Su exjefe de inteligencia, Carlos Ramón González. La exconsejera presidencial para las Regiones. Y el bandido de Olmedo López, que el propio Petro instaló en la UNGRD como director por quien profesaba gran amistad porque venía hace décadas acompañándolo en la izquierda profunda.
Casi todas estas personas han sido descritas como manos derechas del Presidente. Con ese nivel de cercanía es difícil creer que todo haya sido a sus espaldas.
Desde hace muchísimos años el sistema político colombiano está montado sobre el clientelismo, también llamado mermelada, que consiste en que el Ejecutivo compra a los congresistas mediante puestos y contratos. Petro, como cabeza del gobierno del Cambio, había prometido acabar con esas prácticas corruptas.
En lugar de eso, las exacerbó; pero además, de resultar verdad, se habría llegado a inaugurar bajo su régimen la práctica de comprar votos con maletines en efectivo, como supuestamente se hizo nada menos que con los expresidentes de Senado y Cámara.
Nunca pensé que luego de mi última columna, que titulé ‘El primer chantajeable de la nación’, una semana después el presidente Petro fuera aún más chantajeable que la anterior.
MARÍA ISABEL RUEDA