En medio del paro nacional y con el país dividido entre marchas, bloqueos y tensiones sociales, el ministro de Defensa Pedro Sánchez sorprendió con una visita nocturna a doña Yaneth Franco, una vendedora ambulante que se volvió viral tras enfrentarse a encapuchados que intentaban bloquear vías en Bogotá.
El episodio ocurrió en la localidad de Usaquén durante las movilizaciones convocadas por centrales obreras y respaldadas por el presidente Gustavo Petro. Allí, doña Yaneth —con empanadas, chorizos y arepas al fuego— se enfrentó sin titubeos a los manifestantes encapuchados, gritando que no permitiría que dañaran su lugar de trabajo ni afectaran a quienes viven del rebusque diario.
“Eso no es manifestación, eso es vandalismo. Yo estoy de acuerdo con la protesta social, pero con argumentos, no con violencia”, declaró la mujer, cuya actitud fue celebrada por cientos de usuarios en redes sociales.
En respuesta, el ministro Pedro Sánchez llegó al lugar y le rindió un homenaje improvisado: “Ojalá hubiera 50 millones de Yaneth en Colombia”, dijo, exaltando su valentía, su historia de vida como madre cabeza de hogar, y su aporte a la patria: uno de sus hijos sirve en la Armada y el otro es ingeniero.
La escena, emotiva y cuidadosamente difundida, ha sido vista por muchos como un gesto populista del Gobierno Petro, que intenta reconectar con el “pueblo” justo cuando arrecian las críticas por el manejo del orden público y la radicalización de algunos sectores afines al Ejecutivo.
“Es un orgullo, saludarla me recuerda a mi mamá”, agregó el ministro, reforzando la narrativa emocional con tintes de campaña.
El gesto ha sido interpretado por sectores de oposición como un intento de desviar la atención sobre la creciente inseguridad y los excesos en las protestas, usando a doña Yaneth como símbolo espontáneo de ciudadanía ejemplar. Pero también ha levantado preguntas incómodas: ¿por qué un ministro de Defensa visita vendedoras virales y no responde con igual contundencia frente a quienes generan el caos? ¿Populismo, oportunismo o una nueva forma de gobernar con base en emociones y redes?
Doña Yaneth seguirá vendiendo empanadas, pero ahora es ícono de un país que parece debatirse entre el aplauso fácil y la crítica necesaria.