Néstor Humberto Martínez
Fue Petro quien en campaña, como Trump, revivió el mercantilismo, propuso revisar los TLC y habló de aranceles.
El huracán mundial causado por la tragicomedia de los aranceles ha suscitado toda clase de controversias y efectos, algunos de rango catastrófico. Para muchos analistas, el neomercantilismo es una afrenta al libre comercio y, por ello mismo, una política que pone patas arriba los postulados de la globalización, que creíamos inamovibles, después de los consensos neoliberales surgidos de la escuela de Chicago. A través de los aranceles se ponen impuestos a las importaciones, con lo cual estas pierden competitividad frente a los productos de fabricación nacional. Una forma artificial de proteger el mercado nacional en favor de la producción local, lo que genera, entre el liberalismo de David Ricardo, virulentas críticas, como las que hemos escuchado en estos días con ocasión de las tarifas impuestas al comercio internacional por el presidente Trump.
Los detractores del viejo mercantilismo, hoy en cosecha, afirman que este protege la industria ineficiente, en detrimento de los consumidores; dan pruebas de que el proteccionismo atiza la inflación y favorece el contrabando; mencionan evidencias de que las barreras al comercio no necesariamente benefician el empleo y, en general, concluyen que los aranceles causan más daño económico que beneficios. El asunto es tan espinoso que hasta el presidente de la Reserva Federal acaba de manifestar que, por fuerza de la nueva política comercial, Estados Unidos debe prepararse para tener mayor desempleo y mayor inflación.
Lo que jamás imaginamos es que a la horda de críticos de los aranceles trumpistas se sumara con vehemencia Gustavo Petro, quien afirmó –sin reservas– que estos tienen el propósito mezquino de lograr la “monopolización nacional del comercio”, por lo cual organiza desde la Celac un bloque latinoamericano contra la política comercial americana.
A pesar de sus críticas, de manera contradictoria llegó al punto de darle consejos a Trump, porque en su concepto el “arancel nacionalista” es insuficiente para profundizar la industrialización gringa si no se bajan drásticamente los intereses, terapia que parece imposible, precisamente si el proteccionismo termina presionando la inflación.
Lo exótico de todo esto es la incoherencia palaciega. Fue Petro quien en campaña, al igual que Donald Trump, revivió el mercantilismo, propuso revisar nuestros tratados de libre comercio y habló de imponer aranceles, en beneficio de la producción agrícola y la industria manufacturera. Quien no lo crea debe leer los acápites 2.4.1 y 2.4.2 del programa de gobierno Colombia Potencia Mundial de la Vida. Allí se habla del uso de aranceles inteligentes “como mecanismo de defensa comercial de los sectores productivos vulnerables a la competencia desleal con importaciones subsidiadas”.
A pesar de sus críticas, de manera contradictoria llegó al punto de darle consejos a Trump, porque en su concepto el “arancel nacionalista” es insuficiente para profundizar la industrialización gringa
La amenaza de que el gobierno del Pacto Histórico cerrara las fronteras comerciales de Colombia suscitó la crítica de amplios sectores académicos y de los gremios. Recuerdo que la SAC puso el grito en el cielo y sostuvo que “lo que va a generar es un encarecimiento del costo de la comida que viene del exterior, pero también la que se produce con insumos importados”. En esta columna dijimos, inclusive, que el aislacionismo comercial aumentaría los costos de las materias primas y les negaría a los consumidores el acceso a bienes de mejor calidad y de menor precio.
En Colombia nos salvamos porque, a diferencia de Trump, que se despachó con sus aranceles, Petro tampoco cumplió. Bien sabemos que su programa de gobierno se quedó escrito. Lo grave de esta coyuntura es que la utilizará políticamente para forzar un acercamiento estratégico a China, su próximo destino internacional, de cuyo modelo socialista –ha dicho– gana en la libre competencia. Será este un nuevo conflicto diplomático con los estadounidenses. Ya lo veremos.
Taponazo. Para asegurar la competitividad chilena, el gobierno socialista de Boric propone una reforma tributaria con una tasa impositiva del 24 %, equiparable a la promedio de la Ocde, mientras aquí se prepara una consulta para incrementar los costos laborales de las empresas.
NÉSTOR HUMBERTO MARTÍNEZ NEIRA