¡Adrede! Gustavo Petro logró lo que quería: que Estados Unidos le revocara la visa para ahora cabalgar sobre un discurso antiimperialista y victimizarse de cara a su proyecto de perpetuarse en el poder.
El presidente colombiano protagonizó un bochornoso espectáculo en Nueva York, donde, megáfono en mano, instó a soldados estadounidenses a desobedecer órdenes y “no apuntar sus rifles contra la humanidad”. Con frases incendiarias como “¡Desobedece a Trump, obedece a la humanidad!”, el mandatario buscó provocar a Washington.
El Departamento de Estado no tardó en responder, señalando sus declaraciones como irresponsables y peligrosas, y anunció la revocatoria de su visa. “Hoy temprano, el presidente colombiano instó a soldados estadounidenses a desobedecer órdenes e incitar a la violencia”, advirtió en un comunicado.
La jugada de Petro no es casual. Con su popularidad en caída y un país golpeado por la inseguridad y el narcotráfico —del cual Colombia sigue siendo el mayor productor mundial de cocaína—, el mandatario parece apostarle a la confrontación con Estados Unidos para desviar la atención de la crisis interna.
Mientras tanto, sus aliados en el gobierno, como el ministro Armando Benedetti, buscan desviar el debate comparando el caso con otros líderes internacionales. Sin embargo, lo cierto es que bajo Petro, las relaciones bilaterales con Washington se han deteriorado como nunca antes, profundizando el aislamiento de Colombia en el escenario internacional.
Con la visa revocada, Petro se victimiza y arma su discurso de “lucha contra el imperio”, pero el costo para Colombia puede ser alto: pérdida de confianza, debilitamiento de alianzas estratégicas y mayor incertidumbre económica.
