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¿Pesimismo? No, a reforzar la lucha

Que esos miles de venezolanos nos cuenten por qué salieron de su país, cómo fue esa destrucción de riqueza.

Francisco Santos

Hace un par de días estaba donde mi oftalmólogo, quien me dijo: “Estoy muy pesimista”. Un hombre que construyó su vida y su patrimonio con base en su estudio y su trabajo ahora mira su futuro y el de sus hijos con gran preocupación. Le dije: “No, yo soy optimista”, y le afirmé que este traspiés solo me da más vigor para luchar. 

Lo cierto, y no lo debemos dejar de lado ni minimizar, es que quienes asesinaron a decenas de miles de colombianos, secuestrarona cientos de miles –sus familias también estaban secuestradas–, desaparecieron a decenas de miles y violaron a miles hoy pretenden ser el paradigma de la honra, la honestidad e, increíblemente, de la justicia. Obviamente, en este grupo hay que incluir a Gustavo Petro, además de los Timochenkos y sus similares, que con descaro presumen inocencia. ¿Qué dirán las víctimas cuando ninguna ha sido reparada? Lo más triste, y grave, es que tienen como cómplices todo un andamiaje judicial, la JEP, que les creó el expresidente Juan Manuel Santos cuando violentó el mandato popular, dio un golpe de Estado e hizo lo que quiso con un proceso de paz que los colombianos habían rechazado.

Volvamos al hoy, a la esperanza, al vigor en la lucha y a dejar de lado el pesimismo y la desesperanza, pues precisamente es eso en lo que ellos confían para poder hacer lo que quieren. Sus mentiras descaradas, que quieren volver comunes, su corrupción sistemática, a la que quieren que nos acostumbremos, y ahora la desesperanza, que pretenden se vuelva un sentimiento nacional, forman parte del modus operandi de este tipo de Gobierno. Robar, mentir y crear caos y desesperanza está en el ADN de Petro y de su Gobierno.

Precisamente, por esa razón debemos hacerles frente con mucho más vigor a la mentira, al robo y al pesimismo, con acciones que de verdad muestren de lo que está hecha esa Colombia buena, honesta, trabajadora, que construyó un gran país en medio de tremendas dificultades, como las Farc, el M-19, el ELN, Pablo Escobar. ¿Qué construyó Petro? Nada, dolor, caos y corrupción. ¿O Benedetti? ¿O Timochenko? ¿O Iván Cepeda? Esa extrema izquierda corrupta, y sus infiltrados como Roy, Armandito y Laura, tiene que ser expuesta de manera inteligente, no como hoy se hace, que solo cae en las provocaciones de Petro.

¿Cómo? Lo primero es que tenemos que utilizar las mismas herramientas que ellos usan. La tarea inicial es crear un mensaje claro que muestre el bien y el mal como son de verdad, no como ellos lo han vendido. Quién empuñó fusiles, quién robó descaradamente y qué herramientas utilizan para lograr sus objetivos, incluyendo un sector político de la Justicia. No hay que tenerle miedo a dejar títere sin cabeza, pues ellos saben que no hay medio buenos y medio malos, no hay grises y van por todos. Nosotros tenemos que hacer lo mismo y llegarles, desde el vendedor ambulante hasta el empresario, pasando por los asalariados, los estudiantes y los profesores. Un público fundamental: los jóvenes.

No es solo el mensaje, son las tácticas. Desde los abucheadores pagos en sus eventos hasta influenciadores que aparentan ser independientes, pero uno se pregunta: ¿de dónde sacan los recursos para todo ese montaje y edición? Hay que llenar el país de grafitis y, donde ellos pintan, nosotros pintamos también. Hay que tomar la iniciativa y dejar atrás esa timidez e incluso el respeto a las formas, pues esta batalla es por la libertad y la democracia.

Tenemos un gran aliado que no hemos explotado como lo debemos hacer: Venezuela. Al país más rico del continente lo arruinaron unos personajes que son idénticos a Petro y a esa izquierda que lo acompaña. Hay que meterles en la cabeza a los jóvenes lo que Venezuela era y lo que es hoy, y cómo Petro y Maduro son lo mismo y representan esa destrucción. Pongamos a hablar a miles de venezolanos y que nos cuenten cómo ellos nunca creyeron que iban a acabar como Haití. Que esos miles de venezolanos nos cuenten por qué salieron de su país, cómo fue esa destrucción de riqueza y cómo lo que les sucedió se parece a lo que hoy vivimos en Colombia.

Y tenemos una narrativa que recuperar: lo que era Colombia en 2002 y cómo terminó en 2010. Hay que contarles a los jóvenes de Colombia que en 2002 el país era como el Catatumbo es hoy, tierra de nadie. Hay que contarles cómo no podíamos salir de las ciudades y 400 alcaldes no podían despachar desde sus pueblos. Hay que contarles que teníamos 3.000 secuestros al año y acabamos con menos de 200, y cómo los homicidios se redujeron a la mitad. Además, para que entiendan cómo vamos de regreso al pasado y cómo se están perdiendo regiones enteras a manos de los terroristas, con los que esta izquierda comulga, y de los narcos, con los que esta izquierda se alía.

A quitarnos los guantes. Hacerlo bien, de manera sutil, pero sin temor a lo que nos digan. A ellos les importa cinco, y nosotros respetando esos “valores”. No, a la yugular. Como ellos lo hacen. Sin temor y sin pesimismo, pues el futuro es de quienes están dispuestos a dejarlo todo en la lucha. ¿Listos?

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