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Patriarcado de izquierda: por Mario Mendoza

Por: Mario Mendoza

Después de la publicación del perfil de Gustavo Petro, varios de sus acólitos hicieron estallar las redes en mi contra. Me insultaron, me calumniaron, me acusaron de derechista e inventaron intereses espurios que no tengo. Escupieron sobre mis libros, los quemaron en pantalla, y la lista de ataques es larga. Tuve que salir de la ciudad mientras los ánimos se apaciguaban. Unos pocos contestaron sin pasiones, lo cual me parece completamente válido. Vivimos en una democracia, y publiqué ese perfil justamente para abrir el debate.

Es importante destacar que busqué un medio de izquierda o centroizquierda para presentar el perfil de Petro, y CAMBIO aceptó publicarlo sin inconvenientes. No cobré por ese trabajo. Quiero aclarar que un perfil no es un análisis político; no busca hacer un balance de la gestión de la izquierda en el poder. Es un ejercicio subjetivo, donde se estudia al personaje desde distintos ángulos para entenderlo mejor. Así lo hice con Gustavo Petro.

El perfil de Gustavo Petro
Comencé describiendo los méritos de Petro, desde que era estudiante, su éxito como congresista y el hecho de que sobrevivió a la masacre de todos los líderes de la izquierda en el país. Este tono inicial demuestra claramente que no provengo de la derecha. Luego, empecé a explorar comportamientos que revelan rasgos mesiánicos en su figura política.

La impuntualidad, por ejemplo, no es un defecto menor. Refleja a una personalidad para la cual los demás no son importantes. Petro ha dejado plantados a alcaldes de todo el país, y, el 20 de julio, llegó tres horas tarde al desfile militar. Peor aún, no asistió a la ceremonia en la que el Estado debía pedir perdón por el genocidio de la Unión Patriótica, dejando a Aída Avella esperándolo. Es un patrón de faltas de respeto, tanto a políticos, empresarios y periodistas, como a figuras internacionales.

El objetivo del perfil era analizar la lógica del caudillo en Gustavo Petro. En una sociedad de padres ausentes o maltratadores, el caudillo reemplaza esa figura paterna abusiva. Muchas madres contribuyen a esta dinámica, protegiendo a figuras autoritarias bajo el manto de la familia, justificando su comportamiento. Esta lógica inconsciente alimenta la imagen del caudillo. Incluso el narcotraficante es una versión de este conflicto, donde los jóvenes desprotegidos ven en el capo a un padre que los mantendrá a salvo.

¿La izquierda sin patriarca?
Pensé erróneamente que la izquierda se había cuestionado si debía seguir de rodillas ante un déspota de turno. ¿No hay una opción de izquierda sin un patriarca? ¿Dónde están los líderes jóvenes que están cansados de las mañas del padre abusador? Si la izquierda reproduce el fanatismo caudillista de la derecha, ¿cuál es la diferencia?

Los ataques hacia mí, tanto de la derecha como de la izquierda, son una muestra de que ambas se comportan de manera similar, con sectarismo y fanatismo. Petro ha perdido el apoyo de columnistas, empresarios y artistas precisamente por este fundamentalismo. Su llamado a comandos populares no es un llamado pacífico, como los de Gandhi o Martin Luther King. Es una forma de echar gasolina a una sociedad altamente inflamable. Es decepcionante ver cómo sigue el modelo de los colectivos chavistas.

El futuro de la izquierda
Sospecho que Petro no comprende la mentalidad de las nuevas generaciones, más pacifistas y democráticas. Los jóvenes no necesitan ser convocados para confrontaciones callejeras. Necesitan becas, libros y computadoras. Votaron por el proceso de paz con la esperanza de que el dinero de la guerra se invirtiera en educación.

Entiendo la encrucijada de muchos funcionarios de este gobierno. Criticar a Petro le daría argumentos a la derecha, pero callar los errores podría llevar a la izquierda al fracaso. Atacarme es matar al mensajero. Lo comprendo, pero están equivocados.

A los militantes de izquierda les diría: recuerden que su deber no es con el caudillo, sino con la Utopía. Si continúan defendiendo a Petro sin cuestionamientos, perderán las elecciones de 2026. La clave está en los votantes de centro y en las nuevas generaciones, quienes ya están cansados de las lógicas belicosas.

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