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PARA MIS APRECIADOS LECTORES: EL ALIMENTO-un- SIMBOLO

Reflexiones Psiquiátricas. 35ª. Psicoentrega

 Los dioses eran ofrendados con sacrificios de los mejores animales.

El héroe adquiría la fuerza del oso cuando, en el mismo instante en que lo mataba, arrancaba con su mandíbula un pedazo de carne y lo devoraba.

risto pronunció: “comed y bebed que este es mi cuerpo y esta mi sangre” antes de su crucificción. Una vez al año, en la fiesta del tótem, se permite matar y comer del tótem (animal divinizado) para rememorar el día de la matanza totémica del líder ancestral y adquirir su fuerza.

El otro se convierte en alimento. La palabra “compañero” se divide en “con-pan-ñero”, haciendo alusión a que el buen amigo es como un pan y se puede comer lo que él dice sin peligro.

No es de extrañar que, para ganarnos la complacencia del otro, lo invitamos a comer. Son comunes las frases populares: “me lo comí a besos”, también usada en la sexualidad cuando hacemos el amor. Parece que, en el clímax del amor, los cuerpos se con-funden y se fusionan el uno al otro en un canibalismo simbólico total. Similar a lo que le sucede al bebé que, cuando lacta, traga todo lo de su madre, y lo hará más cuando teme perderla; y escupirá todo lo que no le gusta, metáfora de destrucción.

Cuando rechazamos a alguien, a veces decimos “que asco”, o incluso nos da náuseas, pues en el fondo de la mente, esa persona no es digerible.  La tolerancia aparece cuando le ponemos freno al instinto devorador, a esas ansias de fusionar o de destruir.

Cuenta la miología griega que cuando Aquiles nace, su madre lo sumerge en las aguas de la inmortalidad para hacerlo invulnerable; sin embargo, el sitio del pie agarrado por ella no fue tocado por el agua. El famoso talón de Aquiles es el sitio del apego, es el sitio vulnerable, es el sitio que muestra cómo el apego es una de las emociones más difíciles de superar. Cuando existe el temor de perder al hijo, a la madre, a la novia, a la esposa, o mi propiedad, corremos el riesgo de convertimos en devoradores del otro, aprisionándolo para que sea nuestro, haciéndole perder su identidad o aniquilándolo.

El instinto devorador, esa ansia simbólica de comer, es utilizada por los mercado-nautas, llevándonos al consumismo extremo, aprovechando nuestra hambre emocional. La ilusoria felicidad depende del apego a los goces inmediatos en una sociedad donde los vínculos familiares son cada vez más escasos.
  Esa necesidad de sentirnos fusionados delata la intolerancia a la soledad, y lo vemos en las lealtades extremas, los grupos herméticos, las logias, los grupos políticos fanáticos.  Se hipotecan vidas para poder existir, aceptando relaciones de dependencia masoquista; e incluso Llegamos a creer que solo lo nuestro, nuestras familias, nuestros lideres y nuestra nación son los mejores, provocando guerras para obligar al otro a que sea nuestro alimento. Este es el peligro de las grandes potencias y su colonialismo devorador.

Si bien la falta de afecto puede llevar a comer y comer y engordar, la intolerancia al desapego puede llevar a la locura como lo muestra la excelente película franco-alemana “París, Texas” del director Win Wenders, galardonada con la palma de oro en el festival de Cannes en 1984.

Quizá una de las formas de manejar esta hambre de apego es a través del amor incondicional de una madre a sus hijos, o el amor de Bolívar a la Gran Colombia. La Gran Colombia viene a ser el símbolo de esa madre perdida, de sus hermanas muertas y de su esposa muerta; de esa gran falta de afecto. El jamás volvió a enamorase de una mujer.

La capacidad de estar solo, pensar solo, tomar decisiones solo y respetar el libre albedrío del otro es empezar a madurar.  Ser universal implica cuestionar estos apegos caníbales y abrazar otras fuentes de saber. Implica tolerancia, respeto y amor al otro diferente a mí. Es superar el racismo, el apartheid, y las fronteras. Nadie es escogido de nadie; todos somos iguales.
 Siempre hemos oído hablar de ciertos personajes (Buda, cristo, Heidegger, etc.), que se fueron al desierto, a su soledad, para pensar, para sentir ese alter-ego que está dentro de ellos y reflexionar, y fruto de esto generaron semillas de creatividad.

 La tradición recomienda: Es bueno reflexionar o rezar, antes de comer.

Dr. Lucio David González.
Psiquiatra. Master en Psicoanálisis

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