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¿Maduro asilado en Colombia?

Si Petro está recomendando un gobierno de transición, la debe ver tan difícil que hasta él estaría facilitando la solución de Trump en su laberinto.

A pesar del riesgo que corría su vida, María Corina Machado se convirtió en una heroína quedándose en Venezuela, y ahora yéndose. Solo, temporalmente, a recibir el Nobel de Paz en Oslo.

Nadie le va a recriminar que su regreso no sea inmediato. Sería lógico que por ahora no quiera, pues lleva tres años “secuestrada” por la clandestinidad. Ella sigue representando la gran figura del régimen de transición que va quedando como la única salida a lo que hace unas semanas llamé en esta columna el “laberinto Trump”, consistente en que, luego de su formidable despliegue militar en el Caribe, el presidente de EE. UU. no se puede ir, pero tampoco puede avanzar. Y, mientras tanto, Maduro ahí.

Cada vez es más claro que el operativo militar, incluyendo los ofrecimientos de recompensa por la cabeza de Maduro, han sido más un ‘bluf’ que una amenaza real de que Trump atacaría a Venezuela. Se trataba de que Maduro se fuera. Pero negociar ha resultado muy dispendioso y oneroso. Porque incluye no solo ponerlo a él protegido en el extranjero, sino a todos sus Cilitas, Delcys, Padrinos y Diosdados (más de 100 de su círculo íntimo); Maduro exige grandes cantidades de dinero y una amnistía difícilmente digestible.

Trump se inventa la mediación de Panamá y Maduro se la desprecia de inmediato, considerándolo un régimen lacayo de EE. UU. Entonces aparece la posibilidad de una mediación de Colombia. Y yo no sé si es mi imaginación, o si, realmente, Petro dio un viraje completo a finales de esta semana en su posición sobre la salida negociada de Maduro. Pues se mandó con un trino (Petro no escribe, “se manda” en los trinos, y por eso son ilegibles) haciéndole a Maduro unas sorpresivas recomendaciones: “Es con más democracia como se defiende un país, no con más represiones ineficientes”. (…) “Es hora de una amnistía general y de un gobierno de transición con la inclusión de todos y de todas”. Me podrán contradecir, pero en medio de sus grandes problemas de redacción, entiendo por lo menos que el Presidente colombiano por fin se monta al vehículo del gobierno de transición en Venezuela.

Y estará tan mal coordinado, que casi simultáneamente aparece la canciller Rosita Villavicencio (porque esa es otra: ella no habla, sino que “aparece”) a criticar el Nobel de María Corina porque dizque es “prointervencionista”. ¡Y le dice a Caracas que aceptaría la posibilidad de que el destino de Maduro sea asilarse aquí en nuestro país! “Colombia no tendría por qué decirle que no”, asegura. “Es una figura universal”.

Cada vez es más claro que el operativo militar, incluyendo los ofrecimientos de recompensa por la cabeza de Maduro, han sido más un ‘bluf’ que una amenaza real de que Trump atacaría a Venezuela

A Villavicencio no hay que recordarle que, en Colombia, a Maduro lo detestan más que en Venezuela. Y su asilo en nuestro país traería más problemas entre las relaciones con los gringos que las soluciones que aportaría. De manera que la disparatada solución de Villavicencio se le atraviesa a un aparente intento de Petro por bajarle el nivel de las aguas a sus graves desencuentros con Trump.

María Corina regresará a la hora y en la hora en que sea factible que inicie el tránsito del poder en Venezuela. ¿En cuánto tiempo? Ella asegura que será pronto. Pero se volvió casi caricaturesco el “ya se metieron los gringos a Venezuela” que venimos escuchando en las noticias hace más de dos meses. Si por cuenta directa de la avanzada gringa se producen unos muertos en territorio venezolano, sea por una operación militar masiva o quirúrgica, Trump corre el riesgo de provocar un movimiento nacionalista del que seguramente haría parte hasta la oposición a Maduro. Sería el peor error político y militar que podría cometer. Además de un gran error personal, pues ahora que intenta ser gestor de paz en los conflictos de varios puntos cardinales del planeta, no habría posibilidad alguna de que, dejando un reguero de muertos en Venezuela, esa opción del Nobel de Paz que anhela subsistiera ni remotamente. Y en cambio, Maduro quedaría graduado como el héroe latinoamericano contra el imperialismo yanki, como la “figura universal” de la canciller Rosita Villavicencio.

Pero si Gustavo Petro está ya recomendando un gobierno de transición en Venezuela y sugiriéndole a Maduro que se vaya, la debe ver tan difícil, que hasta él estaría facilitando la solución de Trump en su laberinto. “Es la más cercana oportunidad de transición democrática en 25 años”, asegura María Corina.

Jamás se supuso que el tema Maduro se resolviera atacando a Venezuela, sino presionando la ida del dictador. Ahora, incluso, con bloqueo petrolero. Solo cuando se vaya Maduro, Trump podrá devolver dignamente a casa su portaaviones Gerald Ford. Pero pasará mucho tiempo, muchos años quizás, antes de que EE. UU. vuelva a descuidar su “patio trasero”, luego del espectáculo de la llave Maduro-Petro y confirmada la influencia malsana de rusos e iraníes en el hemisferio.

MARÍA ISABEL RUEDA

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