Eduardo Enrique Zapateiro Altamiranda
La seguridad no se compra en ningún almacén de cadena, comisariato o tienda de barrio, debe ser brindada por el Gobierno nacional.
Sin duda alguna para los colombianos la seguridad se ha convertido en la parte débil y más vulnerable de los gobernantes; más aún cuando el ‘gobierno’ de turno se ha auto infligido una lesión difícil de intervenir, que incidirá negativamente en el país impidiendo su desarrollo de la manera como todos quisiéramos verlo, vivirlo y sentirlo.
La seguridad ha sido, es y seguirá siendo el servicio más deseado por todos los colombianos. Es una obligación brindarlo, anualmente se paga con los impuestos de todos los nacionales. La seguridad no se compra en ningún almacén de cadena, comisariato o tienda de barrio, debe ser brindada por el Gobierno nacional y se manifiesta en diferentes aspectos que permiten a los ciudadanos vivir con tranquilidad y sin ningún tipo se zozobra.
Mucho he hablado de lo que implica la seguridad en los territorios, la necesidad de garantizar la vida, la movilidad, el trabajo, la inversión, el desarrollo de las industrias y la prestación de los servicios básicos. Sin las condiciones adecuadas de seguridad en el territorio, ninguno de estos derechos se puede garantizar.
Por ello, las negociaciones que actualmente desarrolla el gobierno con todas las estructuras criminales, sin establecer con claridad las líneas rojas que garanticen la institucionalidad, dejan los territorios a merced de los bandidos; y a las tropas de las Fuerzas Militares y a la Policía Nacional sin ninguna garantía para el cumplimiento de su misión constitucional.
Lo que ha llevado al crecimiento del 36 % de las estructuras criminales, impactando negativamente los indicadores de homicidios, extorsión y secuestro al tiempo que ha disparado el número de hectáreas sembradas de coca.
En un gobierno que quiere impulsar la actividad agropecuaria y fortalecer a los campesinos, resulta por lo menos contradictorio pretender comprar la producción de coca, eso incentiva su cultivo. En su lugar, deberían crear nuevos y mejores incentivos para los cultivos lícitos contribuyendo a garantizar la seguridad alimentaria. Si el campesino siente que es mejor negocio cultivar coca, porque tiene asegurada la venta a un mejor precio, pronto estará desabastecida nuestra despensa.
Vasta con mirar las encuestas, para concluir que definitivamente, la política de seguridad de este gobierno es una política fallida, que genera incertidumbre y miedo en todos los niveles.
Pero para lograr el país que soñamos, hay otros aspectos que debemos destacar y que corresponde al gobierno de turno en su conjunto garantizar.
La seguridad económica, por ejemplo, debería atraer la inversión para lograr un mayor crecimiento económico, estabilidad laboral y mejoramiento de la calidad de vida en general. Desafortunadamente son tantos los ‘bandazos’ que ha dado este gobierno, que uno de los principales ejes afectados es precisamente la confianza inversionista.
Ya hemos visto el impacto que ha tenido las fallas en la seguridad económica en el recaudo.
La sola expectativa de una segunda reforma tributaria, cuando aún no se ha asimilado la primera; la posibilidad de modificar la regla fiscal, la incertidumbre que genera los próximos cambios en la Junta Directiva del Banco de la República… Uno no puede alegrarse de que eso pase, porque todo lo que afecta el presupuesto nacional afecta directamente la vida de todos los ciudadanos. Sin recaudo no hay presupuesto, y sin presupuesto vienen los recortes que afectan la prestación de los servicios a cargo del Estado.
Los recortes se dan no solo en el Ministerio de Defensa, también —entre otros— en Salud, en Igualdad, en Educación, en fin, en todas las carteras. Todo esto cuando estamos ante una inminente crisis energética generada por las decisiones del gobierno, afectando la calidad de vida de todos los colombianos, pero muy especialmente de la población más vulnerable.
La Seguridad de la propiedad privada, que se ve amenazada por las reformas que pretenden que mediante una “expropiación exprés” se pueda redistribuir la propiedad de la tierra y generar aún más temor entre los ciudadanos, entonces la inversión en el campo se encuentra semiparalizada. Los dueños de la tierra no sólo tienen que pagar los impuestos al Estado; desafortunadamente, son víctimas de boleteo y extorsión, lo que los convierte en responsables directos de una nueva carga impositiva.
La seguridad en la infraestructura crítica del Estado: hidroeléctricas, represas, oleoductos, puentes y vías estratégicas deben ser reforzadas. El impacto ecológico de los daños a los tubos de los oleoductos es altísimo, en la ‘Potencia Mundial de la Vida’ cuidar el tubo debería ser la prioridad, si no por cuidar el petróleo, por cuidar los ríos, los valles y la fauna que habita los lugares que atraviesa.
La seguridad en el turismo: los colombianos que vivimos la inclemente situación de la Colombia de los años 90, también recordamos con inmensa alegría cuando durante el primer gobierno del presidente Álvaro Uribe comenzaron las caravanas ‘Vive Colombia, viaja por ella’. Además de terminar con esa sensación de estar secuestrados en las capitales, pues las pescas milagrosas no nos dejaban desplazarnos al campo o a las ciudades intermedias, la estrategia permitió la reactivación de la economía lícita por medio del turismo, las fiestas y ferias de pueblos y ciudades volvieron a su esplendor en un estallido de cultura; por donde quiera que viajaba la gente, se respiraba amor patrio, y se hizo famoso el gesto de los soldados saludando con el pulgar arriba al paso de los carros, quienes respondían emocionados con pitos… algunos viajeros, tomaron por costumbre llevar gaseosas y tortas o panes para repartir a los soldados a lo largo de las carreteras para demostrarles cariño y gratitud… era toda una fiesta para unos y para otros.
Hoy, lastimosamente hemos vuelto a la época del miedo, las personas ya no quieren desplazarse por tierra pues las carreteras ya no son seguras, eso se traduce en habitaciones vacías en los hoteles, mesas desocupadas en los restaurantes y artesanos y campesinos recogiendo sus puestos sin haber logrado las ventas para ganarse el día.
Con el dólar disparado, Colombia se vuelve un destino atractivo para los turistas extranjeros; sin embargo, para que ellos vengan tenemos que trabajar para que no sientan temor por sus vidas. Colombia no puede estar en las listas negras de países restringidos para el turismo y para eso, necesitamos seguridad en las calles.
Como vemos, la seguridad en sus diferentes facetas es el eje fundamental de nuestro país. No se trabaja de manera aislada, es importante fortalecer nuestras instituciones con la colaboración de aliados internacionales. No perdamos de vista que las organizaciones criminales son transnacionales, si nos aislamos no podremos combatirlos efectivamente; y no hacerlo significa renunciar al pivote que nos asegura todos los demás aspectos que impactan positivamente en una sociedad, como lo son el empleo, la salud, la educación, la inversión social, la inversión en la construcción, la inversión extranjera, la industria, elturismo, el comercio, el transporte, la minería, la agricultura y la explotación de los recursos naturales.
Todo lo anterior nos deja ver la importancia de la seguridad en todas sus formas, la cual se ha visto afectada desde el inicio de este ‘gobierno’. Su primer impacto negativo fue golpear contundentemente la seguridad nacional retirando del servicio activo a sesenta (60) señores generales tanto del Ejército como de la Policía Nacional.
Posteriormente, el manejo de la inteligencia con ideología y ordenando reestructuración en las agencias que de manera independiente manejaban este activo estratégico en las Fuerzas Militares y de Policía, lo que la hacía más eficaz, eficiente, efectiva, creíble y viable. La inteligencia nos permitió siempre tener la iniciativa operacional. Hoy por hoy, las amenazas son cada día menos previsibles, porque no se logra establecer un histórico de los hechos ocurridos y un análisis de los eventos presentes, para poder anticiparnos al futuro inmediato.
Otra de las formas de debilitar las Fuerzas ha sido quitar los recursos disponibles de seguridad y defensa, lo que conlleva a la imposibilidad de mantener las capacidades diferenciales de cada una de ellas (Ejército, Amada y Fuerza Aérea Colombiana).
Sumado a todo lo anterior, enfrentamos una nueva arma de guerra: las comunicaciones, que hoy por hoy se han convertido en un distractor de lo verdaderamente importante.
Particularmente las redes sociales, que informan o desinforman, y cada individuo las emplea a su libre albedrío, antojo y conveniencia. Las redes sociales así como informan, desinforman y desafortunadamente han sido utilizadas por personas inescrupulosas para injuriar y calumniar sin argumentos. Espero que la justicia al final del camino pueda fortalecer las sanciones contra este flagelo, el cual ya han tratado de intervenir jurídicamente para borrarlo del código penal y convertirlo en herramienta perversa por personas que desconocen las líneas rojas de la ley.
Estamos ad-portas de las elecciones del 2026; los colombianos tenemos una gran responsabilidad, elegir bien es la única manera de recuperar el país. Para ello debemos identificar el mejor plan de gobierno, el que se identifica con nuestros principios y valores, el que tenga acciones indicadas para reactivar la economía, para generar empleo, para fomentar el comercio, para incentivar la agricultura y la ganadería, el que otorgue las garantías necesarias a la propiedad y la inversión, defienda la familia y especialmente a nuestros niños, el que verdaderamente propenda por cerrar las brechas de desigualdad.
Los gobiernos venideros, enfrentan el reto de entender lo que significa la seguridad para los pueblos y quedará el reto de no volver a hablar de políticas de seguridad, sino de una LEY DE SEGURIDAD Y DEFENSA NACIONAL que nos permita dejar claridad en los aspectos más sensibles del manejo de esta y así, poder acabar con esta debilidad que se ha convertido a través de la historia de nuestra nación, en el TALÓN DE AQUILES.
General en retiro del Ejército Nacional Eduardo Enrique Zapateiro Altamiranda