En el último episodio que involucra a Juan Fernando Petro, hermano del presidente Gustavo Petro, la controversia gira en torno a un incidente en un centro de estética en Chía. La esposa de Petro, Beth Levy Bethel, no quedó satisfecha con un procedimiento de cejas, lo que llevó a su esposo a usar su nombre para reclamar con firmeza al establecimiento.
Según reportes, después de pagar más de 500.000 pesos por el diseño de cejas, Beth Levy Bethel regresó al centro de estética insatisfecha con el resultado. El malestar se transformó en una queja pública cuando Juan Fernando Petro, en un audio divulgado, expresó su descontento utilizando su parentesco con el presidente como un recurso para presionar al establecimiento.
El audio revela cómo Petro, aludiendo a su relación familiar con el presidente, acusó al centro de realizar un trabajo deficiente. En respuesta, la dueña del centro, Janeth Idilge, relató que el comportamiento de Beth Levy y de Juan Fernando Petro fue intimidatorio y despectivo hacia su personal, lo que generó una situación de alta tensión.
La utilización del nombre del presidente por parte de Juan Fernando Petro no solo ha generado controversia, sino que también plantea preguntas sobre el abuso de influencia. Aunque el derecho a expresar insatisfacción es universal, el hecho de que Petro utilice su cercanía con el poder para resolver cuestiones personales añade una capa de complejidad a este incidente.
Este escándalo se suma a una serie de polémicas que han rodeado a Juan Fernando Petro, incluyendo la controversia por su pasaporte diplomático y sus supuestas conexiones con actividades cuestionables. La creciente notoriedad de estos episodios plantea interrogantes sobre la ética en el ejercicio de influencias y el impacto que pueden tener en la percepción pública del gobierno y sus allegados.
