En la mente del Presidente, sedicioso es todo aquel que defiende la Constitución y las leyes.
Mauricio Vargas
En medio de la indignación y la angustia que les produce a millones de colombianos el gobierno de Gustavo Petro, creo que es bueno que levantemos la vista de tantas noticias negativas y, con perspectiva, reparemos en las señales de buena salud democrática y republicana que ha dado Colombia en estas horas, lo mismo desde sus instituciones que desde la sociedad civil.
El bellaco atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay –que la Fiscalía General relaciona con su condición de candidato opositor al Gobierno, a la vez que advierte el bajo nivel de protección que le brindaron las autoridades– ha reafirmado a muchos y ha convencido a quienes aún dudaban del enorme daño causado por un líder repentista y visceral que con frecuencia luce fuera de sus cabales, por la corrupción en el Ejecutivo, y por el desprecio que Petro manifiesta por las leyes y la Constitución.
Eso explica la gigantesca reacción ciudadana, en las marchas del domingo 15, pero también en las encuestas: en Invamer, la aprobación de Petro cayó 8 puntos porcentuales y su desaprobación aumentó 7. Al Presidente lo rajan dos terceras partes, mientras quienes lo aprueban (29 %) están por debajo del piso de 30 % que el mandatario mantenía. En los estratos populares, el rechazo a la gestión de Petro subió a 62 %: allí donde más respaldo encontraba, su imagen hace agua.
A la vez, las instituciones han operado. Primero que todo, el Congreso –sobre todo el Senado–, que ha trancado muchos de los embelecos legislativos del Gobierno, y que, cuando le ha aprobado proyectos, los ha mejorado. Pero además, el Senado votó dos veces ‘no’ a la consulta popular sobre el régimen laboral, que, a más de innecesaria –el Congreso legisló de manera razonable sobre el tema–, costaba $ 700.000 millones.
Por consejo del minjusticia, Eduardo Montealegre –apabullado por el jurista Mauricio Gaona en el debate en Caracol Radio–, Petro firmó el decreto convocando la consulta para el 7 de agosto. Pero días más tarde la Registraduría anunció que no procedería con los preparativos de esa votación mientras las altas cortes no la avalaran. Con gran solidez jurídica, el registrador Hernán Penagos defendió su decisión y, por cuenta de eso, el Presidente lo calificó de sedicioso: en su mente, sedicioso es todo aquel que defiende la Constitución y las leyes.
No había terminado Petro de atacar al Registrador cuando el Consejo de Estado le dio la razón a Penagos, al suspender de manera cautelar el decreto que convocaba la consulta. Los expertos saben que una suspensión de ese tipo solo cabe cuando el decreto en cuestión viola de modo protuberante las normas, y urge suspenderlo para evitar un daño irreparable.
Con gran solidez jurídica, el registrador Hernán Penagos defendió su decisión y, por cuenta de eso, el Presidente lo calificó de sedicioso: en su mente, sedicioso es todo aquel que defiende la Constitución y las leyes
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El viernes, Petro no tuvo más remedio que echar reversa y derogar el decreto que convocaba la consulta. Incluso sus amigos en la Corte Constitucional, los magistrados Vladimir Fernández y Héctor Carvajal, le hicieron saber que el decreto tenía muy pocas posibilidades en el alto tribunal.
La Constitucional ha echado abajo varias normas impulsadas por el Gobierno, y esa misma suerte iba a correr la consulta. Después de perder en el Senado, la Registraduría y el Consejo de Estado, a Petro le quedaban pocas ganas de apostar a una nueva y segura derrota. Los poderes Legislativo, electoral y jurisdiccional han servido de contrapeso contra los intentos autocráticos del Presidente. Y la gente también ha dicho presente. Hay sociedad, hay instituciones, hay país: no es poca cosa.
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Gran aporte. En un PDF que me envió Planeta, devoré de una sentada el libro ‘Fuerza y verdad’, del expresidente Iván Duque. Con un agudo prólogo del ex primer ministro británico Tony Blair, y con estimulantes entrevistas de Duque con, entre otros, el brillante historiador Peter Frankopan y el economista Paul Collier, el libro nos recuerda que humanismo, racionalidad y creatividad son hoy más necesarios que nunca.
MAURICIO VARGAS