Por: Salud Hernández-Mora
Cualquier dirigente que persista en avalar a Maduro con su silencio, mentiras y propuestas delirantes solo merecerá el desprecio de las sociedades libres.
No sé quién es más peligrosa para las libertades y la democracia. Si un espantajo iletrado, cuya sola virtud reside en su espíritu de servil lacaya, o una empoderada activista radical, capaz de mentir, de cara al público, con insultante desvergüenza.
La irrisoria sentencia de esa opereta chavista, llamada Tribunal Supremo de Justicia, ha sido el colofón a uno de los episodios másdeplorables de la reciente historia de América Latina. No solo por los protagonistas, sino por los miserables personajes secundarios que desnudaron su verdadera esencia absolutista.
Por mucho que disfracen de supuestas mediaciones sus inocultables afinidades con las tiranías, el fallo que leyó la bufonesca magistrada Caryslia Rodríguez, redactado en el Palacio de Miraflores, hizo trizas las falaces justificaciones tipo “paz política” de México, Colombia y Brasil. Cualquier dirigente que persista en avalar a Maduro con su silencio, mentiras y propuestas delirantes solo merecerá el desprecio de las sociedades libres.
Y la senadora Gloria Flórez se ha ganado ese vilipendio. Elegida esta semana presidenta de la Colombia Humana, punta de lanza de Gustavo Petro, tuvo el descaro de afirmar que el sistema electoral venezolano es “robusto” y “garantista”.
No fue lo peor de las infames palabras de quien dirigió en el pasado una ONG que tuvo estrechos nexos con el ELN. Más grave resultó su flagrante mentira: “Yo no he oído a ningún organismo que diga que hubo fraude en Venezuela”. Para agregar enseguida, sin pestañear, que “el Centro Carter no planteó fraude. Dijo: quisimos hacer más y no pudimos (…). Pero ninguno ha dicho fraude”.
La nueva timonel del partido presidencial debe pensar que habla para idiotas, porque aún resuena la declaración de la citada ONG estadounidense: “La elección presidencial (del 28 de julio) no puede ser considerada democrática”.
Tan contundente sentencia debe tener arrepentido a Maduro por haberlos invitado. Pensaba que serían del talante de los falsarios observadores colombianos como Clara López y Timochenko.
También olvidó Flórez a los expertos de la ONU que, rompiendo el absurdo acuerdo con la dictadura de mantener en privado sus conclusiones, desacreditaron los anuncios del CNE dando la victoria a Maduro “sin la publicación de sus detalles o la entrega de resultados tabulados a los candidatos. No tiene precedentes en las elecciones democráticas contemporáneas”.
Flórez, elegida por el petrismo como la gran ideóloga y la líder que formará un solo partido de ultraizquierda bajo las siglas del Pacto Histórico, quiso dejar aún más nítida la posición de su tribu: “Aquí (Colombia) han pasado cosas lamentables en el sistema electoral colombiano, fraudes, y no implica que llamemos al externo para que meta la cucharada acá”.
¿Acaso vio trampas en las sucesivas elecciones de Petro como concejal, congresista, senador, alcalde y presidente? ¿O en las últimas legislativas en las que sumaron 500.000 votos a la extrema izquierda? O de pronto considera un fraude la presencia de los autores de crímenes de lesa humanidad en Senado y Congreso cuando el No a tamañas gabelas se impuso en el plebiscito.
La cabeza de Colombia Humana apuesta, en sintonía con su jefe Petro, que exigir respeto a la voz mayoritaria de las urnas de un país hermano supone una “injerencia en los asuntos internos”. Para la esposa de un consumado chavista, expulsado de Colombia en su día por espía, “la soberanía está por encima de todo”. La soberanía, le faltó agregar, cuando se trata de fascismos de ultraizquierda.
No contenta con su ristra de tics despóticos, repitió la cantaleta de Petro de que “la conversación y el diálogo” entre las partes será la salida. Debe encontrar constructivo y la antesala a una conversación entre demócratas las manifestaciones del dictador Maduro y sus secuaces cuando vociferan que González y Machado son asesinos, aliados del Tren de Aragua, que deben ir presos. O tras observar las detenciones arbitrarias de integrantes de sus equipos y de cualquiera que les prestó un servicio durante la campaña; o la sacada de 100 funcionarios de Venevisión por hallarles en sus celulares mensajes molestos para el chavismo; o la detención de 2.000 manifestantes, según el propio Maduro; o el “los vamos a joder” de Diosdado y las advertencias previas de que ganarían “por las buenas o por las malas” y correría sangre si no triunfaban, etcétera, etcétera.
Tampoco es que se pueda esperar nada diferente de un partido cuyo mandamás supremo acusa de “asesinos” a quienes le gritan “Fuera Petro” y que ha llegado a la demencial propuesta de que la intachable María Corina Machado y Edmundo González formen gobierno con los criminales.
El grotesco fraude también ha demostrado quiénes son verdaderos demócratas. Gabriel Boric, antiguo tirapiedras que gobierna con comunistas, encarna al ser humano convencido de que la defensa de las libertades está por encima de las ideologías. Un dictador, llámese Pinochet o Maduro, será siempre igual de repudiable.