En la arena política colombiana se ha vuelto recurrente un patrón que une a la vicepresidenta Francia Márquez, a la cuestionada funcionaria Juliana Guerrero y al aspirante a la Corte Constitucional Balanta: frente a los señalamientos sobre su gestión, credenciales o trayectoria, la respuesta inmediata ha sido apelar al discurso de discriminación, exclusión o victimización.
Narrativa de identidad como blindaje
La vicepresidenta Francia Márquez, en diferentes escenarios, ha sostenido que los ataques hacia su labor responden a prejuicios de raza y género, más que a críticas sobre su gestión. En el caso de Juliana Guerrero, señalada por presuntas irregularidades en su título profesional, la narrativa ha sido similar: insistir en que se trata de persecución y no de un debate legítimo sobre sus credenciales.
Por su parte, Balanta, en medio de su aspiración a un cargo en la Corte Constitucional, también ha resaltado su condición como representante de minorías, apelando a este factor como argumento principal para legitimar su candidatura.
Estrategia política del petrismo
El punto común entre estos tres nombres es la utilización de la identidad como escudo político. Una estrategia que, según analistas críticos, hace parte del repertorio del petrismo: colocar en escenarios de poder a figuras cuestionadas, blindadas por discursos de inclusión y diversidad, lo que desplaza la discusión sobre méritos, transparencia y resultados.
“por ser mujer, por ser negra, por ser petrista” la mentira que se repiten como estrategia en la política actual colombiana para evadir responsabilidades.