Al igual que a Chávez, no le interesan debates serios, ni soluciones realistas, ni aliados, ni consensos, solo desea lacayos y focas aplaudiendo.
Por: Salud Hernández-Mora
Al final tendrán razón quienes advertían de una deriva autoritaria modelo chavista. Las medidas arbitrarias, similares al “exprópiese” de su maestro, el desprecio hacia los poderes legislativo y judicial, así como su tono provocador, pendenciero, calumniador, certifican la alarma.
Recuerden que Hugo Chávez conquistó las urnas como el adalid del cambio en su primera elección. No necesitó robar esos comicios, Venezuela lo respaldó entusiasmado dado el repudio hacia los políticos tradicionales.
El carismático golpista podría haber liderado un verdadero giro y convertir la otrora rica Venezuela en una nación sin corrupción ni miseria. Pero no demoró en dejar al descubierto su esencia de tirano. Había engañado a todos, tenía fijado el rumbo de antemano. Solo se equivocó en creerse inmortal.
Por Maduro pocos daban un peso y menos cuando confesó que hablaba con pajaritos. Pues va por su tercer lustro y cumplirá varios más si Diosdado y Rodríguez, que son igual de hampones, criminales y déspotas, no lo matan y aguardan su turno.
Todavía pienso que, a diferencia de los capos chavistas y algunos de su círculo íntimo, a Gustavo Petro no le mueve la ambición de volverse billonario, sino un ansia de atesorar un poder absoluto. Le basta con abusar de las herramientas que proporciona el cargo, con despilfarrar fondos del erario: emplear el avión presidencial, con sus avanzadas de seguridad y demás parafernalia, para cerrarle la boca al hijo. O recorrer el planeta con el único fin de dar rienda suelta a su ampulosa locuacidad.
El presidente que ganó gracias a los votos de los millones que detestaban a la derecha (en el mundo casi que se vota más en contra que a favor) sigue creyendo que “el pueblo” lo venera, lo sigue, lo respeta.
Al igual que a Chávez, no le interesan debates serios, ni soluciones realistas, ni aliados, ni consensos, solo desea lacayos y focas aplaudiendo. Ni siquiera le apetece escuchar las discrepancias de boca de los suyos. O le rinden pleitesía y aprueban como acto de fe sus teorías, por desquiciadas que sean, o los echa sin miramientos a la hoguera que alimenta su infinita vanidad.
Aldo Cadena es su última víctima. Hace un par de meses lo puso en la presidencia de la Nueva EPS, armado con una potente escoba, para que barriera sin recato cualquier resquicio de independencia. Significaba, por tanto, sacar a las patadas a los miembros de la junta directiva que reviraban ante cualquiera de sus disparates. Y como, según cuentan, Cadena optó por ajustarse a las normas que obligan a honrar unos procedimientos que suelen ser demorados, Petro intervino la EPS y asunto terminado. Así nombrarán a serviles criados, estilo ministro Guillermo Alfonso Jaramillo, en la citada junta.
Si alguien aspira a un alto cargo en este Gobierno de petristas recalcitrantes, recomiendo buscar en YouTube el discurso de Gustavo Petro el día de #AlasCallesPorColombia del año pasado. Deben observar, y copiar luego, la desbordante lambonería de la guardia pretoriana del presidente. Aprendan que el emperador no toleraría un vasallaje menos intenso.
También Petro copia a Chávez su cotidiano empeño en casar peleas. No hay día que no declare una guerra.
Mientras batalla con las EPS, se lanza a guillotinar a Germán Bahamón. Le dio por detestar a la Federación tras cometer los cafeteros el pecado de no votar por el candidato que él había escogido y preferir que los presidiera Bahamón, de brillante hoja de vida.
Lo evidente es que Petro no se detendrá hasta ver rodar su cabeza. No consiente la desobediencia a sus dictados ni la democracia cuando el elegido no es el señalado por su majestuoso dedo.
En cuanto a insultos, es otro alumno aventajado del fallecido dictador. Perdió la autoridad moral para criticar a Milei por llamarle “asesino” cuando él se la pasa dedicando el mismo calificativo tanto a sus antecesores como a empresarios y opositores.
Tampoco le importó a Petro señalar de corruptos a todos los policías en un acto oficial, celebrado en el Movistar Arena, durante la presentación de la nueva política de seguridad de la propia Policía Nacional. Lo hizo, además, poco después de ensalzar, en otro escenario, a los nueve miembros de las Farc que el Ejército acababa de dar de baja en Nariño en un supuesto combate.
Por cierto, resulta extraño que presentaran sus cadáveres a cara descubierta y sin signos de haber participado en un enfrentamiento. ¿Por qué los mostraron así y por qué alardean de una aparente ofensiva contra las guerrillas si el Gobierno está decidido a debilitar al Ejército?
Además de que Petro cuenta con las dos Farc y el ELN para la doble función de escudo protector y generadores de caos. Cuando le parezca oportuno, ambientará un decreto de conmoción interior o cualquier método que le conduzca, por un atajo, a su constituyente popular.
Petro sabe, como sabía Chávez, para dónde va.