Por: Néstor Martínez
La televisión permitió registrar que este gobierno está acéfalo, es difuso, le falta disciplina de trabajo, está fracturado y hace agua.
Hace tiempo ronda una profunda preocupación por el futuro de Colombia. Después del caótico consejo de ministros del martes pasado, la inquietud debe ser mayúscula. Lo que se evidenció en esa reunión del alto gobierno ha dejado al desnudo por qué estamos al garete y por qué el “sancocho” es tema principal de estos cónclaves.
La repugna por lo acontecido es unánime. La televisión permitió registrar que este gobierno está acéfalo, es difuso, le falta disciplina de trabajo, está fracturado y hace agua en medio de la descoordinación y las rencillas personales. El fiasco del operativo político militar en El Plateado es apenas un ejemplo.
Cómo extraño hoy la caricatura política de mi padre, del inolvidable Jaime Garzón y del mismo Klim. Con lo que vimos, tendrían abundante material para hacernos reír por meses, en medio de la perplejidad popular. Pero, más allá de lo histriónico, lo ocurrido es una tragedia para Colombia.
La sola confesión de que el 75 % de los programas de gobierno se han incumplido es suficiente para registrar el fracaso de la Colombia Humana. Que también es el del país. Porque el proyecto progresista se legitimaba por la esperanza de que redimiera a amplios sectores sociales, hoy frustrados y hastiados de la política.
Más allá del co
pioso anecdotario del consejo de ministros, este dejó serias preocupaciones sobre el futuro. La primera tiene que ver con la idoneidad del jefe del Gobierno para conducirnos en medio de la debacle que vivimos. En su interlocución con los ministros, quedó claro que Petro habla en forma diletante. Al abordar cada tema empieza con una cita de Marx, de Mao o de Engels; luego, antes de aproximarse al asunto debatido, hace algunos divertimentos sobre su glorioso paso por la guerrilla del M-19, para finalmente proclamarse como el último de los Aurelianos de este Macondo.
Después de este repetitivo preludio, nada define. Carecemos de un líder para resolver los graves problemas de seguridad, de la salud, de la economía y de las relaciones internacionales, entre otros.
Por cierto, frente a los asuntos internacionales, Petro le manifestó a su canciller que su pelea con Trump “no ha terminado”. Y será así porque considera que, en período electoral, es de altísima rentabilidad política exacerbar un sentimiento antiyanqui, así se lleve por delante nuestra economía y la situación de millones de compatriotas. Como complemento, prepara una visita de alineamiento a China.
Sus ministros no tuvieron reservas en expresarle que la seguridad interna estaba deteriorada por la ‘paz total’, que –en su entender– ha derivado en una simple negociación con delincuentes facinerosos. Petro asintió: reconoció que no dialoga con guerrilleros, sino con narcos. Pero se mantuvo en su política, sin dar razón válida, tal vez por los “colores del arco iris” o los amores de Úrsula. ¡Que Dios nos tenga de su mano!
No obstante ser jefe del Estado, cultiva la anarquía institucional. Desprecia la ley, al punto de trasmitir el consejo de ministros, de carácter reservado. Según él, la Fiscalía ha sido infiltrada por el narcotráfico. No funciona el Congreso, tampoco la JEP, y menos la justicia ordinaria. No tuvo reservas en criticar públicamente la sentencia de la Corte en el caso de Epa, de quien dijo que la condenaron por ejercer el derecho a la protesta.
Frente a la queja de la Vicepresidenta por tanta corrupción, miró para el lado. En su entender, Olmedo es un simple extraviado de la izquierda buscando una senaturía, en el que nada tiene que ver su gobierno, a pesar de las evidencias que lo consumen. Con este código de valores, terminó defendiendo a ultranza a Laura Sarabia y a Armando Benedetti, a pesar del reclamo unánime de las barras bravas del petrismo, de quienes se emancipó en público, dizque porque no es sectario.
Una pena, porque sus leales servidores propugnaban que desde el alto gobierno no se mande un mensaje equívoco sobre la importancia de la integridad de los servidores públicos.
Se equivocó el ministro Cristo al decir que es insostenible este gabinete. Lo insostenible es el Gobierno.
Taponazo. Los problemas creciendo y, entre tanto, el gabinete interino.
NÉSTOR HUMBERTO MARTÍNEZ NEIRA