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El Papa obligará a cardenales y obispos a pagar el alquiler

El Papa Francisco acaba con los privilegios de la Curia, que reside en lujosos apartamentos propiedad de la Santa Sede gratis o pagando una cantidad irrisoria. La recaudación se usará en obras de la Iglesia y ayudas a los más necesitados. La medida no gusta a los prelados más críticos.

El Papa Francisco ha decidido acabar con uno de los privilegios más escandaloso de la Curia: se acabó el gratis total. Si los cardenales quieren vivir en los lujosos apartamentos del Vaticano, deberán pagar el alquiler como el común de los fieles. Predicarán con el ejemplo, vaya.

La medida se lee en un documento, un rescriptum, firmado por el prefecto Maximino Caballero Ledo, el nuevo secretario pontificio de Economía, que ya ha desatado la ira de las altas esferas de la Curia. Se prevé que el enfado se extienda rápidamente porque la decisión afecta a todos los inquilinos que residen en propiedades inmobiliarias del Vaticano. 

A saber: además de los cardenales y obispos, deberán ajustar los precios de su renta a los del mercado los jefes de dicasterio, los presidentes, directores y auditores del tribunal de la Rota. Los nuevos contratos aplicarán ya la medida. Los que aún están vigentes, lo harán cuando se renueven. Y si no lo aceptan, tendrán que mudarse. 

Así que si quieren quedarse en sus gigantescos apartamentos de 400 y 500 metros cuadrados en via della Conciliazione o en la zona de Borgo Pío , tendrán que invertir en el alquiler una parte de los 5.000 euros al mes del sueldo cardenalicio (Francisco se lo recortó un 10% hace dos años).

El Papa toma así la iniciativa en un tema muy sensible para la opinión pública: el del inmenso patrimonio inmobiliario del Vaticano y el escandaloso uso que de él han hecho durante décadas príncipes de la Iglesia, poderosos prelados y laicos con contactos e intereses en la Curia.

Privilegios derogados

No se conoce el número exacto de los privilegiados inquilinos, pero se calcula que son centenares las personas que viven en casas de ensueño, sobre todo más allá del Tíber y en el centro histórico de Roma, sin pagar un euro de alquiler o con alquileres irrisorios.

«El Santo Padre ha ordenado la derogación de todas las disposiciones, dictadas por cualquiera y en cualquier tiempo, que permitan o dispongan el disfrute gratuitamente o en condiciones especialmente ventajosas por parte de los cardenales, jefes de dicasterio, presidentes, secretarios, subsecretarios, ejecutivos, auditores del tribunal de la Rota romana, de los bienes de propiedad de las instituciones curiales, y de las entidades dependientes de la Santa Sede, incluidas las domus [las estructuras que albergan a clérigos en servicio, personal diplomático, sacerdotes que visitan al Papa]», reza el rescriptum, difundido por el blog Missainlatino.it.

Es más, Francisco prohíbe «las aportaciones de cualquier entidad con el fin de compartir el alquiler o, en general, los gastos de alojamiento», como se hace tradicionalmente con quienes son convocados al Vaticano para cumplir con deberes religiosos. Esto es, hasta los sacerdotes que se desplacen por motivos de trabajo deberán pagar el alquiler de su propio bolsillo.

El Papa Francisco quiere dedicar los fondos recaudados «a hacer frente a los crecientes compromisos que requiere el cumplimiento del servicio de la iglesia universal y a los más necesitados», se lee en el escrito.

«Un sacrificio extraordinario»

El nuevo prefecto de la Secretaría Pontificia de Economía (el Ministerio Vaticano de Economía) explica en el documento que se reunió en audiencia con Bergoglio el 13 de febrero pasado y que el Pontífice argentino solicita «un sacrificio extraordinario para destinar más recursos a la misión de la Santa Sede, en un contexto económico tan grave como el actual. También aumentando los ingresos por gestión inmobiliaria».

Tres cardenales y un jefe de dicasterio ya han recibido el escrito en mano. Al resto de los hasta ahora privilegiados les será notificado el cambio de renta en los próximos días. Muchos lo han podido leer en el patio de San Dámaso, cerca del palacio apostólico, donde alguien lo ha colgado a la vista de todos.

Lo que no sa sabe aún es cómo se establecerá la cuantía de los alquileres. Algunos prelados se echan a temblar ante la posibilidad de que se equiparen a los del mercado en una ciudad como Roma y en los barrios carísimos donde se encuentran las propiedades del Vaticano.

Lo único que precisa el documento a este respecto es que «las entidades propietarias de los inmuebles tendrán que cobrar a los citados sujetos [cardenales, obispos y demás] los precios normalmente aplicados a los que no tienen relación alguna con la Santa Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano».

La realidad complica los cálculos. Porque el Patrimonio del Vaticano que gestiona el APSA (Admnistración del Patrimonio de la Sede Apostólica) incluye, por ejemplo, uno 4.000 apartamentos repartidos por la capital y centenares de casas y áticos, que, a veces, se alquilan a precios muy inferiores a su valor real.

Políticos, periodistas, espías…

Y sus inquilinos no son solo cardenales o personal religioso. Se benefician también de estos ventajosos contratos de alquiler políticos, periodistas, agentes de los servicios secretos, lobbistas y recomendados varios.

Además de los apartamentos, el Vaticano dispone de unas 1.120 propiedades en el extranjero, sin incluir sus embajadas por todo el mundo, según hizo público el APSA en 2021. Solo en Italia suma 1,6 millones de metros cuadrados y únicamente el 15 % está destinado al mercado libre.

El 30 % son alquileres subvencionados para empleados, jubilados y otras formas de ayuda y alrededor del 40% son edificios institucionales, como escuelas, conventos y hospitales.

Sólo en casos muy especiales no se exigirá el pago de una renta, pero podrá decirlo exclusivamente el Papa: «cualquier excepción a la presente legislación debe ser autorizada directamente por él».

A nadie le escapa que la decisión de Bergoglio no ayuda a calmar las aguas revueltas en el Vaticano, que vive desde hace tiempo un evidente clima de enfrentamiento entre los partidarios del Papa y sus críticos. Más visible aún desde el fallecimiento de Benedicto XVI.

«Concesiones inaceptables»

De hecho, sus aliados se han apresurado a aplaudirle por «meter mano finalmente a una situación de concesiones inaceptables». Según publica el diario Domani, algunos prelados atribuyen la decisión a la «desastrosa situación de las arcas del Vaticano: el Papa trata en primer lugar de recaudar, por consejo de la Spe, cada céntimo disponible para mejorar el balance en números rojos».

Los más críticos en cambio lo consideran un ataque en toda regla, una venganza contra «una Curia que Bergoglio desprecia desde que está en Roma», comenta un destacado cardenal al citado diario italiano.

«En el Vaticano vivimos en casas que ciertamente no se pueden volver a alquilar a sujetos externos estando dentro de la ciudad santa. A menudo también convivimos con dos o tres monjas. Por lo tanto, existe el riesgo de que nosotros y ellas tengamos que irnos, pero que los apartamentos no se utilicen» explica la misma fuente. «Escriba que siempre hemos pagado los gastos de todos modos».

«El dinero no siempre llega a los necesitados»

Algunos de los detractores más destacados del Papa Francisco temen que aproveche su capacidad de decidir aplicar excepciones para beneficiar a su círculo y obligue a pagar un precio de mercado bajo amenaza desahucio a lo más críticos. Fácil pensar en el cardenal conservador Gerhard Muller (300 metros cuadrados de pisito) o Leo Burke (él dispone de 417 metros cuadrados).

Ni siquiera el hecho de dedicar a los más pobres los millones de euros que podría recaudar el Vaticano con esta medida convence a sus críticos. «Tal vez sea así, pero el dinero no siempre llega realmente a los necesitados, ni siquiera durante este pontificado», advierte el mismo cardenal.

Al margen de toso eso, lo cierto es que la maniobra inmobiliaria bendecida por el Papa suma un gesto inequívoco de autoridad que hace historia tras décadas de escándalos por la gestión de los bienes de la Iglesia en beneficio propio por parte de una poderosa casta religiosa.

Tomado R.

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