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El drama de la gente secuestrada por terroristas de Hamás

Más de 200 personas permanecen retenidas por el grupo. Autoridades luchan por identificar muertos.

l 7 de octubre, cuando el grupo islamista palestino Hamás atacó Israel por aire, mar y tierra en el que es considerado el peor evento sufrido por el país desde su creación hace 75 años, cientos de israelíes se enteraron de que sus familiares habían sido secuestrados porque los propios milicianos documentaron sus crímenes en videos y fotos que difundieron por las redes sociales.

Fue así como Uri Rawitz, de 59 años y originario del kibutz Najal Oz, se enteró que su madre, Elma Abraham, estaba en manos de Hamás. Rawitz la identificó en una imagen en la que se veía a la mujer de 84 años en una moto rodeada de hombres armados.

Ese día, justo cuando Israel estaba conmemorando el 50° aniversario de la guerra de Yom Kipur, en la que había sido sorprendido por los ejércitos de Egipto y Siria, hombres de Hamás masacraron en sus casas a hombres, mujeres y niños. Además, más de 200 personas, la mayoría civiles, incluyendo bebés y ancianos, fueron secuestrados y llevados a la Franja, tal como la madre de Uri.

Hasta ahora, hay al menos 1.400 muertos confirmados, aproximadamente 3.000 heridos, y familias enteras masacradas o viviendo la angustia de desconocer el paradero de sus familiares.

Uri, por ejemplo, recuerda que se despertó a las 7:30 de la mañana por las alarmas en Tel Aviv. “Entendí que si eso ocurría en Tel Aviv, obviamente también en Najal Oz, que está situado a tan sólo un kilómetro de Gaza. Entonces vi que tenía cinco llamadas sin responder de mi mamá desde aproximadamente las 6:30 de la mañana”, cuenta.

“Llamé de inmediato a mi mamá, me dijo que estaba en la habitación de seguridad, que les dieron instrucciones de permanecer encerrados con llave en las casas. Me contó que hubo una infiltración y que había una camioneta y terroristas que estaban disparando”, narra.

Respira hondo, y cuenta luego que su hermano, que también vive en el kibutz, estaba en su propia casa, sin electricidad, sin teléfono y sin lograr comunicarse con su madre. “Cuando pude hablar de nuevo con mi madre, me dijo que mi hermano fue a la casa de un amigo, afortunadamente, ya que a su casa entraron terroristas y quedó destruida”.

La última vez que Uri habló con su mamá fue a las 10:20 de la mañana de ese sábado. “Me dijo que escuchaba disparos cerca y, en una comunicación relativamente breve, dijo que tenía que cortar porque alguien intentaba llamarla. Esta fue, de hecho, la última vez que hablamos”.

Además del temor y la incertidumbre acerca del desenlace del conflicto actual, Uri está especialmente preocupado por la situación de su madre, una persona mayor con serios problemas físicos y diversas enfermedades. De hecho, imagina que habrán tenido que arrastrarla para poder llevársela. “Tengo claro que si vuelve, no estará como cuando yo la vi por última vez”, dice con amargura.

Milicianos palestinos se hacen con el control de un tanque israelí tras cruzar la valla fronteriza con Israel.
Foto: AFP

Como él, Itzik Horn también espera noticias. Este educador y activista comunitario llegado de Argentina hace más de 20 años, residente en Sderot -uno de los blancos más asiduos de los cohetes de Hamás desde hace más de dos décadas-, tiene a dos de sus hijos en manos del grupo palestino.

“Soy el papá de Yair y Eitán que están desaparecidos desde el sábado negro”, le dijo a EL TIEMPO antes de enterarse, por confirmación del ejército israelí, que hay pruebas de que sus dos hijos están en Gaza.

Cada tanto tiene que interrumpir la entrevista porque el llanto le ahoga la garganta y le nubla los ojos. “Falta mucha gente en el kibutz desde la entrada de estas bestias humanas”, dice furioso mientras parece buscar las palabras para describir lo que hicieron los milicianos, aunque siente que todo se queda corto.

Y si bien ahora tiene certeza de dónde están sus dos hijos, la noticia no le da paz. “Es que no están prisioneros del ejército de Noruega ni son prisioneros de guerra amparados por la Convención de Ginebra. Están en manos de una horda de asesinos, que hicieron lo que hicieron. Qué tranquilidad puedo tener…”, afirma.

Tiene claro, por ahora, que hará lo que sea para que sus hijos sean liberados: “Yo, como padre, quiero que liberen a mis hijos. Yo quiero a mis hijos, pero primero tengo que saber que están en manos de esta gente (…). Si yo tengo que ir a hablar con el diablo para que liberen a los chicos, yo hablo.

Israel
Fotografías de israelíes secuestrados por militantes de Hamás.
Foto: Bloomberg

El viernes, el ejército israelí indicó en un comunicado que “la mayoría de los rehenes” secuestrados por el movimiento islamista palestino Hamás “están vivos”. “De los aproximadamente 200 rehenes que se encuentran actualmente en la Franja de Gaza, más de 20 son menores de edad, entre 10 y 20 tienen más de 60 años, y la mayoría de ellos están vivos”, dijo el ejército, al tiempo que afirmó que siguen llevando a cabo las operaciones necesarias para rescatar los cuerpos que fueron llevados a la Franja de Gaza.

El viernes, además, el portavoz de las Brigadas Al Qasam -brazo armado de Hamás- anunció la liberación de dos rehenes estadounidenses por “razones humanitarias”, tras la mediación de Catar.

Se trata de Judith Tai Raanan y Natalie Shoshana Raanan, madre e hija, secuestradas en el kibutz Nahal Oz y entregadas en la frontera de Gaza al funcionario encargado de los rehenes y los desaparecidos de Israel.

Para conseguir el retorno de sus ciudadanos, incluso actores como Estados Unidos y la Unión Europea, que consideran a Hamás como una organización “terrorista”, están moviendo sus hilos entre bambalinas. Y pesos pesados de la región, como Catar, también buscan intervenir en unos diálogos que permitan la liberación de los rehenes.

Y mientras los países de la región buscan cómo devolver a los secuestrados a territorio israelí, las autoridades del país hebreo trabajan en identificar cuerpos de las 1.400 víctimas del ataque.

“En mis 28 años de trabajo profesional, nunca vi atrocidades como estas”, le dice a EL TIEMPO el doctor Ricardo Najman, médico experto del Instituto Nacional de Medicina Forense Abu Kabir.
“No alcanzan las palabras para describir el estado de los cuerpos, los horrores cometidos por los terroristas. 
No puedo llamarlos animales siquiera, porque los animales matan para comer”, dice.

En varios casos, según señalaron expertos de medicina forense y colegas de Najman, ni siquiera quedó ADN en el cuerpo de las víctimas como para poder comparar con familiares vivos que se presentan buscando a sus seres queridos.

También dan cuenta del horror los encargados de la difícil misión de retirar cuerpos de las comunidades colectivas (kibutzim) en las que entraron milicianos de Hamás. Se trata de los voluntarios de la organización ZAKA, decididos a garantizar que las víctimas tengan digna sepultura.

Avi Kuvalsky es uno de ellos. “No sé si voy a poder dormir”, dijo a este diario tras haber sido de los primeros en entrar a dos de los peores escenarios de las matanzas, el kibutz Beeri y el kibutz Kfar Aza.

“Vi cosas impensables. No tengo las palabras exactas para describirlo. No se puede captar que una persona sea capaz de hacer cosas así. Personas atadas juntas y quemadas vivas, bebés decapitados…no tengo palabras”.

Personas atadas juntas y quemadas vivas, bebés decapitados… no tengo palabras

Cada varias frases, respira hondo. “No puedo dejar de pensar en mis siete hijos”, sostiene, y revela que más de uno de su equipo dijo que no puede, que se va, que no aguanta tanto horror. “Yo me quedé porque siento que es una misión que hay que cumplir. Es sagrada”, resume.

Y mientras lucha por reponerse del ataque, la población israelí se prepara para una guerra contra Hamás que puede prolongarse. Temen, pero confían en que su Gobierno no los olvidará.

JANA BERIS

Redacción ELTIEMPO.

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