María Isabel Rueda
Petro ha continuado tercamente cuestionando la transparencia de las elecciones del año entrante. ¿Por qué?
Todos pensábamos que Petro sencillamente odia a Thomas Greg & Sons (o “Thomas and Greg”, como él la rebautizó). Su nombre actual surgió cuando la familia Bautista le compró la firma al impresor de valores Thomas de la Rue y como el ‘pater familias’ de los Bautista se llamaba Gregorio, bautizaron la firma Thomas Greg y dejaron constancia de los “Sons”. Puede ser que a Petro, por el nombre, le huela a extranjera. Pero no quiso, bajo ningún motivo, que quedara en esas manos la carpintería. Está claro: prefiere que en Colombia no haya pasaportes a que exista uno más producido por Thomas Greg & Sons, así sea impecable.
A última hora ha surgido otro odio más fuerte: el que Petro le tiene a Thomas Greg, pero ya no solo como fabricante de pasaportes, sino como operador logístico de las elecciones, que resultó más virulento.
Cuando el valiente y correcto registrador Hernán Penagos adjudicó esta semana el contrato a la compañía Thomas Greg & Sons, por ser la de mayor puntaje, la indignación de Petro fue mayúscula. Su “pastorcillo” Saade llegó hasta a prohibir que los periodistas pronunciaran el nombre de la compañía TG&S, porque, según él, “no existe. Solo integra una Unión Temporal”. Pero cuando se ganó, además, la licitación como operador electoral, al pastorcillo le tocó quedarse callado. Aunque esta UT está conformada por 9 compañías, 4 son Thomas: Thomas Greg & Sons Limited (Guernsey), Thomas Greg & Sons de Colombia S. A., Thomas Processing & Systems S. A. S. y Thomas Greg Express S. A. Ni manera de esconder a Thomas Greg.
Dicen que el odio de Petro hacia la compañía se debe a que le achaca la culpa de un supuesto fraude electoral en la campaña presidencial en la que se sentía sobrado contra Iván Duque, pero en la que este terminó ganándole por dos millones de votos.
En la autobiografía de Petro hay una especie de explicación del tal fraude, bastante traída de los cabellos. Transcribo los dos párrafos, páginas 321 y 322: “Yo creo que Duque ganó solo con el fraude. El fraude está en aquellas mesas que tienen tanto número de votos, que es imposible que en la realidad se hubieran producido. Un elector demora dos minutos en promedio en el proceso de votar. La jornada electoral tiene 480 minutos, es decir, en una mesa votan en la práctica 240 personas. Las mesas con más de 300 votos no son reales. En 2018 hubo más de 53.000 mesas de las 90.000 con ese comportamiento atípico e irreal. En las mesas típicas, Duque y yo empatamos, mientras que en las atípicas él tomó dos millones de votos de ventaja. Así se realizó el fraude (…) Cuando llega el conteo ya el fraude está hecho. Así ganaron la presidencia”. Qué pena con el Presidente. Es cierto que en Colombia existen “pactos de la Picota” y que subsisten las irregularidades en la inscripción de cédulas. Pero justificar que un candidato ganó porque le robó a otro dos millones de votos, no se lo cree nadie. Los jurados de mesa cuentan los votos, diligencian a mano las actas electorales o E14, el escrutinio lo hacen jueces y notarios que declaran esos resultados que en la práctica terminan pasando por esta doble verificación. Así que de algo nos podemos enorgullecer: de tener uno de los mejores sistemas electorales de América con la garantía de la publicidad y la rapidez.
Pero Petro se puso en la tarea de desacreditar el sistema. Antes decía que se estaba utilizando un ‘software’ fraudulento (o “softguare”, como le dicen algunos periodistas) para realizar los escrutinios. El Consejo de Estado ordenó que adquiriéramos nuestro propio ‘software’. La Registraduría se lo compró a Indra, de España, y se lo entregó al Consejo Electoral para que este administre los resultados.
A pesar de que es un sistema altamente blindado –inclusive la MOE avaló el contrato por $ 2,1 billones que la Registraduría adjudicó a Thomas Greg para la logística de los comicios y que no incluye contar un solo voto–, Petro ha continuado tercamente cuestionando la transparencia de las elecciones del año entrante. ¿Por qué?
Eso no les gustó a los partidos. Trece de ellos no asistieron a una reunión citada por el Ministerio del Interior en protesta por los cuestionamientos de Petro y eso que el encuentro era dizque para sembrar confianza…
Pero el nerviosismo de los partidos no es para menos. No salimos todavía del bollo que nos armó Petro con EE. UU. y ya estamos en otra película: ¿será que es capaz de estar preparando su propio arsenal de disculpas? 1) ¿Para aplazar las elecciones? 2) ¿O para no aceptar sus resultados, alegando que no hubo transparencia?
Y queda una tercera pregunta, que en realidad es la 1: ¿girará a tiempo el Ministerio de Hacienda a la Registraduría el dinero para realizar las elecciones o mantendrá a la entidad bien apretada de agenda para ambientar que todo… salga mal?
MARÍA ISABEL RUEDA