El Registrador, rodeado de la gente, debe hacerse respetar y defender su institución con ardentía.
Juan lozano
La Constitución que el señor Presidente de la República juró acatar es la Constitución de 1991, con sus adendas y modificaciones válidamente incorporadas. Es esa, la vigente. La que permitió elegirlo y le brindó la plenitud de garantías para alcanzar ese propósito, la que el señor Presidente debe defender y honrar.
Y en esa, la única vigente, en ninguna parte dice, ni se autoriza, ni se tolera, ni se abre la puerta para que el señor Presidente pueda convocar por un decreto ejecutivo la consulta popular si hay un concepto negativo del Senado.
Y como hay un concepto negativo del Senado que está vigente y no ha sido declarado nulo ni violatorio de ley ni de la Constitución, pues la conclusión es muy clara y contundente. El decretazo es inconstitucional e ilegal e hizo bien el Consejo de Estado en suspenderlo provisionalmente mientras falla de fondo, que seguramente lo hará en el mismo sentido.
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Más aún. Tampoco hay ninguna norma que le permita al señor Presidente convocar una constituyente sin pasar por el Congreso. No puede. En 1991 quedó taponada la puerta. Punto.
Más allá de que estemos o no de acuerdo con esa determinación, sostener que en ese asunto en particular se puede pasar por encima del espíritu y el texto de la Constitución de 1991 es tan absurdo, como sostener que hoy pueda haber esclavos o pena de muerte por fusilamiento porque en otra época eso era posible o porque otras normas entonces lo permitían.
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Los elementos comunes en los dos temas recién mencionados se pueden resumir en 3 aspectos.
A) Que hay una comprensión equivocada sobre el alcance de las atribuciones presidenciales.
B) Que el efecto práctico de esa pretensión de desbordamiento de las facultades constitucionales del Presidente pone en peligro la separación de poderes y, por tanto, amenaza uno de los principios tutelares de la Constitución.
C) Que pone el foco en un Registrador que no tiene aval constitucional ni para la consulta ni para la constituyente, así el Presidente las quiera y que no tiene camino distinto que el de advertirle al presidente que en acatamiento de la Constitución sus pretensiones de consulta o constituyente son improcedentes e imposibles sin la aprobación del Congreso en la forma diferenciada que establece la Constitución.
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Lo más grave que ha ocurrido, más allá del decretazo mismo, es la amenaza de denuncia penal contra un Registrador que se negó a proceder como pretendían en el Gobierno.
Incluso, el Registrador hubiera podido, estoy convencido, rechazar de plano la solicitud del Gobierno por falta de acreditación de requisitos habilitantes para la consulta. Y quizás le hubiera ido mejor.
En todo caso, la amenaza penal contra el Registrador no es una bravuconada contra un señor que se llama Hernán Penagos. No nos equivoquemos.
El tema no es personal. Están atacando el corazón mismo de las elecciones de 2026 y empezando a tejer mantos de duda.
Ojo. ¿Están tapizando un camino para desconocer la institucionalidad electoral? ¿Ante la debilidad que aparece manifiesta en las encuestas, están acaso anticipando una estrategia para desconocer los resultados electorales?
Soy de los que creen, aún advertido de los desencantos y arrepentimientos que ha generado el Gobierno entre sus votantes de 2022, que ni el presidente Petro ni el petrismo están derrotados. Pero también creo que si la oposición no se sigue equivocando, puede ganar transparentemente.
La amenaza penal contra el Registrador no es una bravuconada contra Hernán Penagos. No nos equivoquemos. El tema no es personal. Están atacando el corazón mismo de las elecciones de 2026 y empezando a tejer mantos de duda.
Por eso, nos corresponde a todos rodear a la Registraduría y denunciar, atajar, contener y rechazar todo ataque contra ella que pueda derivar en incertidumbre electoral de cara al 2026.
El Registrador no es ningún sedicioso ni ha cometido delito. Se debe tener duro, pararse firme, hablar claro, despojarse de temores y defender la institución que representa con toda ardentía y compromiso, rodeado de una ciudadanía que lo acompañe y respalde.
Está advertido… van por él.