José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay y uno de los íconos más reconocidos de la izquierda en América Latina, falleció este lunes 13 de mayo de 2025 a los 89 años, en su chacra de Rincón del Cerro, en Montevideo, a causa de un cáncer de esófago. Con su muerte se cierra un capítulo simbólico de la izquierda romántica y austera, en contraste con los populismos autoritarios y corruptos que proliferan en la región y que el mismo Mujica terminó criticando en sus últimos años.
Mujica fue presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, y se destacó por su estilo de vida humilde: vivía en su modesta finca, conducía su escarabajo Volkswagen y donaba la mayor parte de su sueldo. Por estas razones se ganó el apodo de “el presidente más pobre del mundo”. Sin embargo, su legado va más allá de su austeridad: promovió leyes emblemáticas como la legalización del cannabis, el matrimonio igualitario y el aborto, posicionando a Uruguay como un referente del progresismo en la región.
Pese a su fama mundial y su admiración por parte de líderes como Barack Obama, Mujica terminó sus días desencantado del rumbo que había tomado la izquierda latinoamericana. En entrevistas recientes lamentó la corrupción y el autoritarismo de gobiernos que, bajo el discurso progresista, terminaron traicionando los ideales que él defendió. A diferencia de muchos de sus homólogos, Mujica nunca se enriqueció con el poder ni buscó perpetuarse en él: entregó el mando, renunció al Senado y se retiró a cultivar flores.
La noticia de su muerte generó reacciones en todo el mundo. El presidente colombiano Gustavo Petro lo calificó como “un gran revolucionario e impulsor de la integración latinoamericana”, mientras que el presidente español Pedro Sánchez destacó su forma de vivir la política “desde el corazón y la honestidad”. La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum expresó su admiración por “su sabiduría, humildad y visión de mundo”.
El Gobierno de Uruguay decretó tres días de duelo nacional. Su funeral, que incluye un cortejo fúnebre popular, se realizará el martes 14 de mayo, permitiendo que los uruguayos se despidan de uno de los políticos más carismáticos y coherentes de su historia.
Pepe Mujica muere como vivió: sin lujos, sin escándalos, sin odio, pero con una claridad moral que incomodó incluso a los suyos. Se va un líder que no necesitó escoltas ni mansiones, pero cuya voz marcó a generaciones enteras. Un símbolo de que otra forma de hacer política fue posible… aunque hoy esté en peligro de extinción.