Aunque las mediciones ponen a Iván Cepeda en el primer lugar, el panorama real del oficialismo está lejos del optimismo que intenta proyectar. Detrás de las cifras, la izquierda llega al 2026 con un bloque fracturado, liderazgos en retirada y una base electoral en riesgo de disminuir.
El primer golpe proviene de Antioquia. Daniel Quintero, quien en 2019 logró más de 300.000 votos en Medellín y aportó más de 145.000 en la consulta del Pacto, no estaría en la contienda. Su ausencia desmonta la única ficha que el progresismo tenía para intentar competir en un territorio históricamente adverso.
A este vacío se suma el distanciamiento de Carlos Caicedo, cuya ruptura política con el petrismo en la reciente elección atípica del Magdalena deja en el aire cerca de 300.000 votos que su movimiento ha puesto en pasados ciclos electorales. Sin él, el Pacto Histórico pierde uno de sus pocos fortines regionales realmente consolidados.
El tercer riesgo aparece en la consulta interpartidista de marzo. Si Cepeda participa sin contendores fuertes, la votación podría ser baja, enviando una señal de debilidad justo antes de la primera vuelta. Mientras tanto, Abelardo de la Espriella irá directo a mayo, evitando desgaste y capitalizando la fuerza de la centroderecha.
En síntesis, aunque Cepeda lidera hoy, el oficialismo entra a la carrera con fisuras, menos votos propios y un riesgo real de que su consulta —pensada para unir— termine exhibiendo división.
