La elección de Iris Marín Ortiz como Defensora del Pueblo mostró la división dentro del Pacto Histórico, con la línea moderada imponiéndose sobre los radicales.
El viernes 9 de agosto, cuando Petro presentó la terna, Marín Ortiz no tenía votos y parecía una aspiración incierta. Sin embargo, su carrera fue impulsada por María Fernanda Rangel, cercana a Juan Fernando Cristo, quien la acercó a las bancadas mayoritarias, configurando su campaña.
En ocho días, el Congreso demostró que puede llegar a consensos sin imposiciones de la Casa de Nariño. La bancada del Pacto Histórico se fragmentó en dos bandos: la línea moderada, liderada por Heráclito Landínez, y la radical, bajo Alejandro Ocampo.
El petrismo enfrentó una disputa interna, ya que algunos querían imponer a Jomary Ortegón, respaldada por Alirio Uribe, Iván Cepeda e Isabel Zuleta, mientras que Landínez consideró que su candidatura enfrentaría resistencia en las bancadas tradicionales.
Los radicales creen que el ministro Juan Fernando Cristo y el expresidente Juan Manuel Santos impulsaron a Marín. Aunque Cristo evitó pronunciamientos públicos sobre el tema, Marín, con experiencia en el Gobierno Santos y la Unidad para las Víctimas, fue la elegida.
El Congreso optó por la opción menos extrema, evitando dejar otro órgano del Estado en manos de alguien cercano al presidente. Queda por ver si el apoyo de Marín en la plenaria se traducirá en cambios sustanciales o en burocracia. Los políticos podrían empezar a buscar citas en la Defensoría a partir del 1 de septiembre para expresar sus ‘inquietudes’.