El acto de dar amor, entregando nuestra energía al prójimo, sosteniéndolo incluso cuando parece una carga insoportable, es una tarea que quizás solo las madres realizan de manera tan incondicional.
Por otro lado, ¿qué ocurre cuando una persona parece retener todo ese amor y energía para si misma? En ese extremo, ya no hay interés por los demás; solo existe un amor desmedido hacia el propio ser. Esta falta de empatía y desconexión con el mundo exterior es un rasgo característico de la depresión severa y la esquizofrenia.
Quienes sufren de estas condiciones tienden a aislarse del mundo exterior, pero paradójicamente, en el caso del loco, se siente imbuido de poderes sobrenaturales como leer pensamientos o comunicarse telepáticamente. Esto indica que su energía amorosa esta encerrada en su propio ser, sin compartirse con nadie más. A esto lo llamamos narcisismo
En medio de estos dos extremos, se vislumbran diversos matices en la forma en que los seres humanos distribuyen su amor, lo cual se manifiesta en su lenguaje.
En una “conversación sin narcisismo”, la energía amorosa se desplaza hacia los otros a través de un lenguaje claro y preciso; es agradable escuchar al que habla y se experimenta un bienestar emocional mutuo; hay interrelación y abrazo de conocimientos. Quien habla está atento a que el otro entienda, similar a la empatía de una madre con su hijo.
En contraste, una “conversación narcisista” genera malestar en los oyentes. Estas personas tienden a monopolizar la conversación, hablando sin permitir la interacción con los demás, y pareciera que se hablaran a sí mismos, lo que dificulta la socialización. Otros se enredan en sus propias palabras y hay que pedirles que repitan, e incluso los chistes que relatan solo generan risa en ellos mismos. Percibimos una auto-interes exagerado y la energía amorosa no se comparte.
Este tipo de comportamiento nos recuerda a los famosos soliloquios de los niños, quienes al principio de su desarrollo lingüístico hablan sin preocuparse acerca de si los demás los entienden. Varios niños pueden estar juntos hablando, pero cada uno trata su tema y no presta atención al otro. Esta etapa narcisista es parte del proceso natural de crecimiento; y luego comienzan a percatarse de que su amiguito también tiene un discurso.
La falta de claridad en el lenguaje a menudo está asociada con trastorno de personalidad, como el trastorno limite, que se caracteriza por fuertes alteraciones interpersonales y emocionales crónicas. Por otro lado, la esquizofrenia representa un grado máximo de narcisismo, donde el lenguaje se vuelve confuso y desorganizado, algo similar a los soliloquios infantiles, reflejando un aislamiento del individuo.
Recuerdo a una alumna sordomuda que, a pesar de leer los labios, no lograba entender las palabras de su profesor. Con el tiempo, este profesor desarrolló esquizofrenia (locura), lo que sugiere que ella había percibido sutilmente una alteración en su lenguaje mucho antes del diagnóstico.
En resumen, debemos reflexionar sobre nuestra manera de hablar y ser conscientes de si estamos transmitiendo nuestro mensaje de manera clara y empática. El amor y la empatía son fundamentales para una comunicación efectiva, especialmente en un mundo marcado por conflictos familiares, interpersonales y mundiales
Redacción.
Dr. Lucio David González
Psiquiatra. Master en Psicoanálisis y vinculo social