El presidente Gustavo Petro aseguró este martes que está distanciado de la fiscal general de la nación, Luz Adriana Camargo, a quien él mismo ternó y que ha sido una ficha indispensable para su proyecto de “paz total”. Sin embargo, todo apunta a que este supuesto quiebre es más una puesta en escena política que una verdadera fractura institucional.
El mandatario afirmó en X que “hemos perdido apoyo de la fiscal general”, señalando que Camargo estaría inquieta por las sanciones impuestas por la administración de Donald Trump contra él, Benedetti y miembros de su familia como Verónica Alcocer y Nicolás Petro. Según Petro, la fiscal teme su eventual llegada a la lista Clinton.
Pero esta supuesta tensión contrasta con la realidad: Camargo ha actuado durante todo su mandato como una fiscal de bolsillo del Gobierno, especialmente en los temas relacionados con la “paz total”. Fue ella quien permitió la libertad de alias Calarcá pese a haber sido sorprendido cometiendo delitos en una camioneta de la UNP.
Por eso, para muchos, esta “pelea” parece una maniobra calculada para victimizar al presidente y mostrar distancia institucional donde no la hay.
Petro defendió nuevamente sus diálogos con las disidencias de las Farc, insistiendo en que “hablar humaniza cualquier conflicto” y que su propuesta busca transformar economías ilegales en negocios lícitos.
Mientras tanto, el país observa cómo el Gobierno presenta un distanciamiento que, en los hechos, no cambia nada: Camargo sigue siendo funcional y políticamente alineada con los intereses del Ejecutivo.
En un movimiento llamativo, Petro incluso lanzó un guiño a Washington, afirmando estar “de acuerdo con Trump” en incluir en la lista Clinton a los “empresarios de la muerte”. Una declaración que termina reforzando la idea de que el presidente usa la narrativa de persecución internacional como herramienta política.











