Lo que debía ser un símbolo de dignidad para más de 10 millones de víctimas del conflicto armado se transformó en un fortín burocrático y político en manos del petrismo.
La Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, que administra un presupuesto billonario, terminó entregada a la maquinaria de Santander. Allí, el senador Gustavo Moreno y el director de la entidad, Adith Romero, manejan contratos, cargos y recursos como si fueran fichas de trueque electoral.
Romero, que pasó de vender productos de Omnilife a manejar miles de millones del Estado, llegó al cargo sin experiencia en reparación, pero con los avales correctos dentro del pacto político.
SEMANA reveló que la Unidad invirtió recursos públicos en “kits de armonización espiritual” y en rituales esotéricos mientras las verdaderas víctimas siguen esperando ayudas efectivas. Además, dentro de la entidad se habla de una nómina paralela al servicio de congresistas aliados y de contratos direccionados.
El discurso de “lucha contra la corrupción” del presidente Petro se desvanece entre rezos, amuletos y negocios familiares. Lo que alguna vez fue esperanza para los más golpeados por la guerra, hoy es el banco de favores del petrismo.
