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Víctima de las Farc reveló cómo perdió su infancia en manos de ahora congresistas: “No puedo permitir que ellos reescriban la historia”

Sin titubear, la exreclutada por la extinta guerrilla describió los castigos extremos y la brutalidad que sufrió y presenció durante su niñez en los campamentos armados

El testimonio de Deisy revela el patrón de reclutamiento forzado y violencia sexual en las Farc – crédito Más allá del silencio 

Deisy, una mujer que fue reclutada por las Farc cuando tenía apenas 11 años, compartió su historia en el pódcast Más allá del silencio, conducido por el periodista Rafael Poveda. Su relato es una denuncia abierta sobre las graves violaciones de derechos humanos sufridas durante su niñez en manos de esta organización armada, y un llamado a la memoria, la justicia y la verdad.

La historia de Deisy comenzó en 1998 en Támara, Casanare. Su familia vivía en una zona rural remota. Dos de sus hermanos ya habían sido reclutados por el Frente 28 de las Farc. Su madre, en medio del dolor, intentó protegerla durante una visita al pueblo, pero fue inútil: “Vinieron por mí a las 10 de la noche. Mi madre se arrodilló para suplicarles que no me llevaran. Me fui para que no la mataran”, recordó Deisy.

La historia de Deisy expone la complicidad de altos mandos de las Farc en abusos a menores – crédito AP

A partir de ese momento, fue trasladada a distintos campamentos donde comenzó su sometimiento a una estructura violenta. Su relato reveló el patrón sistemático de reclutamiento forzado, cambio de identidad, entrenamiento militar y violencia física y sexual.

“Lo primero que hicieron fue obligarme a cambiarme el nombre. Me pusieron ‘Gira’”, contó. Durante los meses siguientes, fue obligada a vivir como combatiente, expuesta a abusos continuos y castigos extremos. “Era sancionada por llorar o desobedecer. Me amarraban a un palo, me daban una sola comida al día. Vi cómo fusilaron a un niño por comerse un pedazo de panela”.

Con solo 13 años, Deisy fue trasladada a San Vicente del Caguán, en la zona de distensión establecida durante los diálogos entre el Gobierno y las Farc. Allí, según su testimonio, fue obligada junto a otras menores a presentarse ante líderes del secretariado, donde ocurrieron nuevos hechos de violencia sexual.

Deisy identifica por nombre a varios de estos comandantes: entre ellos, alias Pablo Catatumbo, “Raúl Reyes”, “el Negro Acacio”, “Timochenko”, “Pastor Alape”, y a Sandra Ramírez (actual senadora), a quien describe como quien organizaba y supervisaba la entrega de niñas a los jefes guerrilleros.

Su paso por esta zona duró tres meses. Posteriormente fue enviada nuevamente al Frente 28, donde continuaron los abusos. “El mismo comandante que me había violado años atrás me dijo que ya no servía igual que antes, pero que igual podía seguir usándome”.

Deisy identifica a líderes de las Farc responsables de violencia sexual y reclutamiento forzado – crédito Más allá del silencio 

La oportunidad de escapar llegó durante un enfrentamiento armado entre guerrilla, paramilitares y Ejército. Deisy resultó herida. “Vi morir a todos mis compañeros. Tenía 13 años. Me escondí y logré salir. Caminé hasta encontrar al Ejército. Al principio quisieron matarme, pero un soldado me defendió”.

Tras su rescate, fue trasladada primero a una cárcel para adultos, y luego al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Allí permaneció cinco años. Fue durante este periodo que conoció al padre de sus hijos, otro joven exreclutado por las Farc que también fue víctima de abuso.

Deisy es madre de cinco hijos. Su hija mayor estudia Medicina, y otros dos están por terminar el colegio. Con medidas cautelares otorgadas por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), hoy vive bajo protección tras haber recibido amenazas por dar a conocer su historia. Una de ellas incluía una corona fúnebre y un mensaje claro, callar o atentar contra ella y sus hijos.

La memoria y la verdad de las víctimas, claves para la justicia y la reparación en Colombia – crédito redes sociales

En 2022, tuvo que comparecer en el Congreso de la República en calidad de víctima. “Allí estaban ”Pablo Catatumbo» y Sandra Ramírez. No sentí rabia. Sentí lástima. Pero no puedo permitir que ellos reescriban la historia de Colombia mientras las víctimas seguimos en el abandono”.

Deisy no busca venganza, sino justicia. “No me quiero callar. Es hora de que las víctimas seamos escuchadas, de que se cuente nuestra verdad. No fuimos guerrilleros. Fuimos reclutados. Fuimos utilizados y luego olvidados”.

Este testimonio, como el de muchas otras personas afectadas por el conflicto armado colombiano, constituye una pieza fundamental en la construcción de memoria. Reafirma la importancia de visibilizar el impacto del reclutamiento infantil y la necesidad urgente de reconocer y reparar a quienes sobrevivieron.

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