En la vía Bogotá-Girardot parece que siempre pasara algo. Este puente festivo los turistas que decidieron volarse de las lluvias de la capital recibieron una mala noticia: la concesión de la vía Bogotá-Girardot hizo público el cierre en la vía en el sector de la Nariz del Diablo. La decisión, que se toma de manera preventiva, impacta a quienes están en esos destinos.
“Esta es una medida que se toma luego de una evaluación por parte del equipo de geotecnistas, quienes venían acompañando las labores de estabilización de banca en la zona e identificaron un asentamiento en el pavimento que representa un alto riesgo de pérdida de la banca”, comunicó la concesión. Para los que tienen ese trayecto se habilitaron los túneles de Sumapaz.
La realidad es que los imprevistos en la vía son cada vez más frecuentes. El viaje por carretera se ha convertido en un calvario. Desde hace meses, en los días más concurridos el trayecto de apenas 130 kilómetros puede durar 8 o 10 horas en las jornadas malas y 6 en las buenas.
Detrás de esa tragedia está una de las obras más grandes del país. Se trata de un proyecto billonario en uno de los principales corredores del país por el que transitan alrededor de 33.000 vehículos diariamente, que aumentan los puentes festivos cuando las caravanas de carros se vuelven interminables. Al mes, en los peajes de Chusacá y Chinauta se recaudan cerca de 16.000 millones de pesos. La carretera permite la entrada y salida de miles de carros particulares, camiones y tractomulas cargadas de mercancías que van para diversas partes del país y que atraviesan municipios tan turísticos como Silvania, Fusagasugá, Flandes y Girardot y que siguen diversos destinos.
Por ser tan transitada, hace más de 10 años se hizo la ampliación de la carretera a doble carril, pero con el aumento del tráfico se decidió la construcción del tercer carril, proyecto que hace parte de la cuarta generación de concesiones viales (4G).
Aunque las obras son fundamentales, ya que buscan beneficiar a más de un millón de personas que habitan en 13 municipios y mejorará la movilidad de más de 17 millones de usuarios al año, siguen los dolores de cabeza. Por ejemplo, este sábado la vía estaba cerrada en la variante de Fusagasugá y los viajeros reportaron cierres de más de una hora a tempranas horas de la mañana.
Y si van a pasar por Girardot se encuentran con otra la pesadilla: la rehabilitación del puente Mariano Ospina Pérez que lleva más de dos años y está ocasionado toda clase de inconvenientes a los habitantes de este municipio, que han visto una disminución en sus ventas y aumento de la delincuencia en este sitio de la ciudad por los atascos monumentales que se forman. Para completar, los que regresan a Bogotá se encuentran con el pago de multas cuantiosas por el pico y placa en las vías de ingreso a la capital porque no alcanzaron a pasar a tiempo porque se quedaron metidos en el trancón.
Los líos y avances de la obra
La construcción del tercer carril entre Bogotá y Girardot, como la mayoría de las obras de infraestructura del país, ha tenido tropiezos. El proyecto se adjudicó en 2016 al consorcio Vía 40 Express, conformado por la firma colombiana Conconcreto y Vinci, que tiene presencia en 16 países. En 2018 la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) formuló pliego de cargos a Conconcreto por una presunta cartelización y prácticas anticompetitivas en dicha licitación. Dos años después, la SIC decidió archivar la investigación por no encontrar méritos para sancionar a la compañía.
Pero ello derivó en que las obras estuvieron paralizadas más de dos años y los trabajos comenzaron en 2021. En ese momento, el Ministerio de Transporte anunció que las inversiones ascenderían a $5,37 billones.
Sin embargo, en diciembre de 2022 Conconcreto anunció que se retiraba de la construcción del proyecto para mitigar posibles pérdidas futuras por la mayor devaluación, la inflación y las altas tasas de interés, con lo cual cedería su participación a Vinci.
Otro de los problemas, que se presentan en todas las grandes obras de infraestructura vial, es la adquisición de predios, más en una vía como la de Bogotá-Girardot donde están instalados a lo largo de la carretera cientos de viviendas y locales comerciales.
Y como si fuera poco, otro de los tropiezos ha sido la rehabilitación del puente Mariano Ospina Pérez, que cruza el río Magdalena y conecta los municipios de Flandes, en Tolima, con Girardot, en Cundinamarca. Este puente colgante tiene más de 70 años de construcción y es paso obligado de carros particulares, camiones y tractomulas.
Lo que se esperaba que fuera una obra relativamente sencilla se convirtió en otra pesadilla. El objetivo es reforzar su estructura, después de más de siete décadas de servicio, con el fin de permitir una mayor estabilidad del puente que fue inaugurado en 1950 por el entonces presidente Mariano Ospina Pérez.
En julio de 2021, Vía 40 Express presentó a la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) estudios técnicos del puente en los que se evidenciaron el deterioro y la corrosión en su infraestructura, que se convertía en un peligro para quienes transitaban por él. Pero el concesionario entró en conflicto con la ANI porque consideraba que la rehabilitación del puente no estaba dentro del alcance del contrato, razón por la cual el tema pasó a un tribunal de arbitramento que concluyó que sí estaba dentro del alcance de la concesión.
Luego de interponer varios recursos, entre ellos uno ante el Consejo de Estado, este negó la solicitud de Vía 40 y le dio la razón a la ANI. Por este pleito los trabajos en el puente estuvieron paralizados entre julio de 2021 y marzo del 2022, cuando se inició su apertura gradual, dando paso inicialmente a los peatones.
Tomado R.S.