Las pistas del atentado contra Miguel Uribe Turbay se han venido armando como rompecabezas.
María Isabel Rueda
Pinta todo tan grave que el mismo Benedetti tuvo que salir a decir algo estrafalario: “Si a alguien le ha ido mal con este atentado, además de a él (Miguel Uribe) y a su familia, es al Gobierno”. ¿Acaso quedaba la otra opción? ¿Que al Gobierno le hubiera ido bien?
Y si le ha ido tan mal es porque, según denunció el abogado de la víctima, se han recopilado 43 mensajes incendiarios del Presidente contra el senador, comenzando por señalarlo de ser “nieto de un torturador”. Estos mensajes tenían como propósito “fomentar una percepción social de criminalidad, ilegitimidad y peligrosidad del senador”. Por lo que es claro que Miguel llenaba a la perfección la narrativa de odio de Petro, quien previamente lo había advertido provocadoramente: “A los (senadores) que nieguen la consulta, el pueblo los borrará de la historia de Colombia”.
En este ambiente de intolerancia, la señora fiscal reveló algo que no es una genialidad: que el móvil del atentado fue político. Horas después, furioso con esas declaraciones que pueden salpicar al entorno del Gobierno, Petro dijo sobre el niño sicario: “Mi gobierno lo protegió. Por eso empezó a hablar”. ¿Acaso no fue la doctora Luz Adriana la que impartió esa orden? ¿O será que la Fiscal forma parte de lo que Petro llama “mi gobierno”? En fin.
Las piezas del rompecabezas comienzan a apuntar con mucho peso hacia lo que la Fiscal bautizó “la pista Caquetá”.
Alias Gabriela, la joven que movilizó el arma que alias el Costeño le entregó al sicario, dijo cosas imposibles de ignorar. Que ella quería esconderse en Ecuador, pero, según las instrucciones de su instrumentador, allá la podían encontrar, que mejor se fuera para Florencia. El ‘Costeño’ le dijo que en Caquetá la protegería la propia guerrilla, que él ya la había recomendado con amigos y que al llegar debería internarse en la selva. Luego, y aquí radica una pieza clave del escalofriante testimonio publicado por ‘Semana’, ella recibiría “cursos de drones o de sicariato”. Y aunque sostiene que el ‘Costeño’ no le precisó de cuál guerrilla le hablaba, es imposible no recordar que la ‘Segunda Marquetalia’ ha sido la dueña y protagonista de las barbaridades cometidas en el Caquetá, con alias Iván Márquez a la cabeza.
Hoy por hoy, es difícil saber si ‘Márquez’ está vivo. El director de la Policía afirma que sí, pero para mí ha adquirido un misterioso (¿y conveniente?) halo de fantasma. Así como vive a veces, ha muerto mil veces.
Este fantasma es triplemente disidente. Le falló al proceso de paz de Santos luego de haber sido su negociador. Abandonó su curul en el Congreso y luego dejó tirados a una parte de sus hombres que se reagruparon bajo un nuevo nombre: Coordinadora Nacional Ejército Bolivariano (Cneb). Hoy, bajo la batuta del sagaz delegado del Gobierno, Armando Novoa, cerca de 120 de ellos están negociando una desmovilización, con estancia previa en zonas de ubicación temporal en Nariño y Putumayo. La Cneb escribió un comunicado “rechazando enfáticamente el atentado cometido en contra del senador y precandidato”.
Novoa verá si les cree o no. Pero por las características de la forma en que se planeó y perpetró el atentado, varias cosas están clarísimas: que no fue improvisado, sino cuidadosamente planeado, al punto de escoger esmeradamente a un sicario de 15 años que como menor no terminaría en la cárcel; que tuviera entrenamiento en armas y que fuera fácilmente sacrificable.
Otra cosa bien interesante es el elemento narcotráfico, que está íntimamente ligado con las disidencias y compromete a los capturados. Es decir, había billete para pagar el escuadrón de la muerte, había ‘know how’ por parte de sus integrantes y suficientes brazos del pulpo criminal para cubrir todos los flancos. Aún a esta hora siguen descubriendo más cómplices.
De resultar siendo cerebro las disidencias, ello dañaría aún más el parapeto de la paz total de Petro, quien no tuvo inconveniente alguno en montar en su tarima de la Alpujarra a un puñado de asesinos, secuestradores, traficantes y extorsionistas, bajo las directrices del Napoleón del derecho y de la congresista Isabel Zuleta. Es obvio que ni un ministro ni un senador pueden andar por ahí dando órdenes al Inpec para organizar paseos turísticos, no de unos criminales, sino de unas “personas en recuperación”, como los llamó tiernamente Petro.
La pista del Caquetá nos tiene cerca. No hay que ir hasta Dubái, ni siquiera hasta Ecuador, para investigarla a fondo. Sobre todo, la culpa no recae en Miguel Uribe, infamia montada por unos sindicalistas. Ni el atentado fue contra Mario Uribe, como tercamente repite Petro, no sabemos si por maldad o por obnubilación.
MARÍA ISABEL RUEDA