Tras el hundimiento en el Senado de la consulta popular impulsada por su gobierno, el presidente Gustavo Petro se dirigió al país en una alocución cargada de inconformismo y mensajes polémicos. Lejos de reconocer el resultado como una expresión legítima del sistema democrático, el mandatario optó por cuestionar el proceso legislativo, sugiriendo que hubo “irregularidades” y “maniobras” por parte de la oposición.
En su discurso, Petro revivió viejas tensiones históricas, comparando la decisión del Senado con lo ocurrido en las elecciones de 1970, y culpó nuevamente a sectores de poder económico y a los medios de comunicación por “desinformar” y “calumniar” a su gobierno.
El presidente también elevó el tono al convocar a la ciudadanía a movilizaciones populares, respaldando la organización de cabildos abiertos y llamando a la “presión social pacífica”, mientras advertía que las Fuerzas Militares no debían intervenir contra las protestas. Estas declaraciones han generado preocupación en sectores políticos y sociales que temen una escalada de tensión en las calles.
En un país que atraviesa una delicada situación económica y de seguridad, analistas consideran que este tipo de discursos no contribuyen a la estabilidad institucional ni al respeto por las reglas del juego democrático. Más allá de los intereses partidistas, muchos colombianos esperan de su presidente un liderazgo que una, no que divida.