En este lugar, las disidencias de las Farc de alias Calarcá emboscaron, rodearon y acabaron con la vida de los uniformados.
El pasto aplastado por la figura de los cuerpos sin vida de los militares, los charcos de sangre mezclada con el verde de la maleza y las prendas castrenses, esparcidas a lo largo del terreno, en una extensión aproximada de 800 metros antes de llegar a la carretera principal, muestran la dimensión del ataque.

Se cree que fueron por lo menos 100 ilegales contra menos de 30 militares, muchos de ellos jóvenes y con poca experiencia en combate.
La madrugada de horror para la tropa inició hacia las 5:30 de la mañana del pasado domingo 27 de abril. El cielo no había abierto del todo, por el contrario, un fuerte aguacero estremecía los tejados de los ranchos de los habitantes de Guanapalo, donde ocurrió la encerrona contra las tropas.

Los militares se encontraban patrullando el lugar. Las unidades optaron por meterse en medio de la maleza a través de un camino trazado en el pasado por vehículos. Transitarlo a pie no era complicado, lo difícil era que no se sabía qué podía haber a lado y lado de la maleza, debido a la altura con la que se encontraba el pasto, prácticamente le llegaba a la cintura a una persona de 1.70 metros de estatura.
El pasto resultaba el escondite perfecto para que alguien que se agachara o se arrastrara, fuera casi imposible de detectar. Ni siquiera el experimentado sargento Darwin Pérez, con más de 20 años de experiencia militar, pudo anticipar lo que pasaría ese domingo 27 de abril.

Pérez fue asesinado junto a seis soldados profesionales, quienes hasta ahora estaban adquiriendo experiencia en el campo de batalla, algunos habían completado hasta ahora el primer año en la fuerza.
Pérez avanzaba con la tropa en medio del fuerte aguacero que caía en la mañana, la poca luz ambiente dificultaba ver a quién estaba al frente o incluso ver el rostro de quien caminaba atrás, a penas a unos pasos.

La zona era de dominio de las disidencias, hombres con experiencia, quienes sabían que la maleza era su aliada, que el gris oscuro del amanecer no los delataría y que el silbido de los animales no comprometería su posición.
El sargento Pérez caminaba con su tropa, quizás un poco confiado, pues en dicha zona hace rato no se había presentado un combate y el Gobierno había firmado recientemente una nueva prórroga de cese al fuego con las disidencias de las Farc, el cual fue roto como ya es costumbre en medio de la paz total.

Pero lo impensable sucedió. Los hombres del Sargento Pérez comenzaron a ser atacados desde la maleza. Las disidencias salieron como un ejército criminal de lado y lado del camino, los militares intentaron reaccionar echándose para atrás, pero desde allí a también vieron las balas.
Fueron rodeados y superados en número. Según los expertos en combate que están en la zona controlando el orden público, durante de la matanza, fueron cerca de 100 disidentes los que acorralaron a los militares, quienes no tuvieron otra opción que correr de un lado al otro para salvar su vida. Unos lograron escapar, pero los soldados Jean Carlos Bolaño, Anderson Bohórquez, David Cuadros, Jairo Arteaga, David González y Andrés Pushaina cayeron bajo la sentencia de las balas enemigas.
Los militares no pudieron escapar del feroz ataque con fusiles AK-47 que portaban sus adversarios. Los disidentes atacaron con tal letalidad que los militares poco pudieron hacer para salvar sus vidas.
“Acá encontramos a tres de ellos muertos, aún hay restos de cerebro en el pasto”, le cuenta a SEMANA uno de los militares que llegó al lugar a estabilizar la zona por orden del alto mando.
Al enfocar con la cámara al punto donde señala el uniformado, efectivamente se pueden ver los gusanos en medio del charco de sangre que dejó el cuerpo de uno de los soldados.
En el sitio, al que accedió SEMANA, ya no estaban los cuerpos de los militares asesinados, habían sido retirados en helicóptero, pero sí permanecían varias de sus pertenecías y su material de intendencia.
Regados por toda la zona, como si se tratara de una especie de mercado de las pulgas, estaban un forro de un teléfono celular, chancletas, cobijas, mecato, ollas para preparar la merienda, pañoletas, un panel solar para mantener cargados los equipos electrónicos, cepillos de dientes, crema dental y una carpa militar personal.

El contingente que había llegado a la zona inspeccionaba el lugar con impotencia, frustración e ira, al ver cómo sus compañeros habían sido acribillados por quienes están en una negociación de paz con el Gobierno.
Lugar y momento equivocados
El sargento Pérez y sus compañeros asesinados, al parecer, estuvieron en momento y lugar equivocados.
La zona por donde estaban los militares es de tránsito de las disidencias de las Farc de la estructura 44 que obedece órdenes de Iván Mordisco. Y los hombres de alias Calarcá, al parecer, les venían haciendo la cacería desde hace algunas semanas.
La lluvia, la mala iluminación ambiente, la similitud en los uniformes, hizo creer, presuntamente, a los hombres de Calarcá que quienes estaban patrullando eran sus antiguos socios, ahora enemigos.
Al sentir su presencia, los de Calarcá, pusieron en práctica su macabro plan y lanzaron el ataque asesinado a los militares, quienes tenían como misión proteger a los exintegrantes de la guerrilla de las Farc que viven a unos 45 minutos de donde fue la emboscada, en el espacio territorial de Charras.
Luego de ejecutar el ataque y con la victoria sobre sus hombros, las disidencias tomaron como rehenes a otros cinco soldados, tres heridos y dos ilesos. Se los llevaron para el caserío de Guanapalo.
En ese lugar, dieron instrucciones a la comunidad y la Junta de Acción Comunal para que se pusieran en contacto con organismos humanitarios para que se los entregaran.
Mientras tanto, la comunidad de la empobrecida población, en un gesto de solidaridad con los militares sobrevivientes y por petición de ellos, fueron a buscar a sus compañeros entre la maleza, encontrando a varios de ellos sin vida. “Nosotros pedimos que nos dejen por fuera de esta guerra”, le dijo a SEMANA uno de los habitantes de Guanapalo que ayudó a buscar a los uniformados.