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Los insultos de Petro valen cinco

Salud Hernández-Mora

Aún queda una eternidad y todavía no hemos visto nada de lo que será la campaña más vomitiva que jamás hayamos imaginado.

Si Petro fuese un presidente serio, respetado, sus acusaciones serían bombazos fuera de nuestras fronteras. Afirmar con rotundidad, en un diario español, que Vicky Dávila es una asesina no solo la mandaría al club de los parias planetarios, sino que un señalamiento de semejante calibre lo recogerían otros medios. Pero la indiferencia que produjo tamaña falaz e irresponsable acusación refleja la nula consideración que se ha ganado el jefe de Estado en el exterior. Dice tantas barbaridades, tal cúmulo de disparates, que sus exabruptos se volvieron paisaje.

Según Petro, que tilda a Dávila de extrema derecha, si llegara a la presidencia se dedicaría a matar. Y, que yo sepa, él es quien perteneció a un grupo que mataba y secuestraba, no ella.

Lo mismo ocurre con las gravísimas declaraciones que hizo Augusto Rodríguez, de la UNP, y las recientes de Francia Márquez. El primero, que dirige un ejército de guardaespaldas y, por tanto, sabe que no es fácil acribillarlo a disparos, dejó constancia de su falta de interés por el suicidio tras destapar en el famoso consejo de ministros algunos secretos que salpicaban al Gobierno. Dio a entender que no está deprimido ni es el coronel Dávila, dramático protagonista de una escena inverosímil, digna de una mala telenovela, que la Fiscalía dio por buena.

La segunda, Francia, que anda protegida por un batallón de escoltas, también insinuó que quieren matarla por hablar claro sobre sus compañeros y el rumbo del barco que pilota Petro.

La lógica nos haría concluir, conforme a lo manifestado, que en ambos casos los presuntos asesinos estarían en Palacio. Porque las peleas fratricidas benefician a la oposición y no avistamos mafia alguna que esté interesada en coserles la boca a balazos.

Lo peor para ellos y para la credibilidad de este Gobierno es que tampoco sus voces de alerta causaron mayor revuelo. Idéntico a los continuos anuncios de los imaginarios intentos de magnicidio de Petro, hasta con misiles para derribar sus aviones en pleno vuelo. 

Dado el cúmulo de despropósitos diarios que protagonizan el presidente y sus muchachos, resulta difícil analizar los pasos dados. Porque cualquiera pensaría que un mandatario que convoca a los suyos a la calle para machacar a sus oponentes, que solo echa cháchara sin sentido mientras el país sigue ardiendo, camina directo hacia el despeñadero. Pero luego salen las encuestas y vemos que conservan un robusto colchón del 30 por ciento y, en Cali, por ejemplo, su índice de favorabilidad roza el 40 por ciento. Porcentajes que dan para una segunda vuelta.

Por tanto, es evidente que da igual que meta a Benedetti, que cambie de ministros como de sombreros, que escoja personajes mediocres o preparados, que sean pésimos gestores, que la corrupción campee a sus anchas, que cada cual vaya a su bola o que el ELN asesine a policías con francotiradores con una facilidad pasmosa.

Por eso, en mis predicciones de cara a 2026, considero que habrá tres opciones. La más débil, la extrema izquierda, alimentada con la verborrea petrista cargada de resentimiento, que puede recoger un radical como Daniel Quintero.

Luego habrá una tercería, una suerte de bebedizo indigerible, compuesto por camaleónicos santistas y petristas con aires de moderados. Pretenderán ocupar un centroizquierda amplio. Ahí se matarán los Roy, los Bolívar, López o Pizarro.

Cierra mi elucubración una derecha sin complejos, quizá moderada por algún centrista sin miedo al tsunami de invectivas que recibiría de los políticamente correctos. Abarca desde el Centro Democrático a independientes como Vicky Dávila, pasando por el Cambio Radical de Vargas Lleras. Ya cuentan con los 5 millones que votaron a Fico y luego al ingeniero. No creo que vayan juntos a la primera vuelta, salvo que los sondeos los obliguen a ello.

En los meses venideros, cada día tendrán menos relevancia las alocuciones presidenciales, que son una campaña anticipada, y tampoco incidirá en las urnas el juicio contra Álvaro Uribe, repleto de inconsistencias e irregularidades. Ni una absolución convencerá a la extrema izquierda ni una condena, a la derecha. En ese juicio, politizado a niveles inauditos, además de Uribe, el Poder Judicial también ha salido damnificado.

Pero aún queda una eternidad y todavía no hemos visto nada de lo que será la campaña más vomitiva que jamás hayamos imaginado. Con personajes sin ética alguna, tipo el embajador en Chile o el catalán que abrazó el terrorismo y recogió los 500 millones del Pitufo, hará un uso indiscriminado de la inteligencia artificial. En sus manos, será la más poderosa arma de destrucción de rivales por la apariencia de veracidad que podrán dar a su arsenal de falsedades.

Si a Fico lo querían presentar como un depravado que buscaba niños, ¿se imaginan hasta dónde pueden llegar sujetos sin escrúpulos como los citados? Ya cuentan con todo un enorme e infecto andamiaje al servicio de Petro, que paga el contribuyente. Y solo hemos visto el principio.

Salud Hernández-Mora

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