NÉSTOR HUMBERTO MARTÍNEZ
Pedro Sánchez debe tener claro que será imposible restablecer el orden público sin presupuesto.
Era impensable que el Ministerio de Defensa volviera a las manos de un militar. En el caso de un gobierno de izquierda, era imposible. Sin embargo, para sorpresa de todos, Petro resolvió la crisis en ese ministerio a través de la designación del general Pedro Sánchez. Más allá de los reparos que se le han hecho a este nombramiento, lo que se le debe desear es una gestión exitosa, en la actual coyuntura.
El buen suceso de la tarea que se le ha encomendado dependerá de la decisión del Gobierno, de jugarse a fondo por la recuperación de la institucionalidad de las Fuerzas Militares y de Policía, hoy tan postrada. Y es justo aquí donde la perspicaz voz ciudadana se pregunta si la llegada del general Sánchez corresponde al genuino deseo gubernamental de recuperar nuestra Fuerza Pública o, por el contrario, se trata de una “jugadita” para debilitarla mucho más.
Sin el respaldo efectivo del poder civil y la adopción inmediata de correctivos en la política sectorial, el resultado de este ministerio castrense será un rotundo fiasco, que terminará por dejar a los militares como únicos responsables de la situación de orden público, de manera que, al finalizar el gobierno, este podrá enfrentar el debate electoral liberándose de sus responsabilidades ante la opinión nacional y echándoles el agua sucia de los nefastos resultados de la ‘paz total’ al Ejército y la Policía.
El nuevo mindefensa debe tener claro que será imposible restablecer el orden público sin presupuesto. Y para reclamarlo se requiere una voz firme, que exija –sin titubeos– las partidas indispensables para operar eficazmente en todo el territorio. De lo contrario, no se podrá aumentar el pie de fuerza, en momentos en los que la capacidad de incorporación de soldados regulares se ha disminuido en un 30 %, aproximadamente. Sin platica, tampoco se podrá recuperar la movilidad de la flota aérea del ejército, para poder desarrollar operaciones ofensivas y garantizar el apoyo logístico de la tropa. Con los helicópteros MI-17 en tierra, por problemas de mantenimiento, los pocos Black Hawk en servicio atienden todos los frentes, con evidentes limitaciones.
El general tendrá que imponerse o, al final, se dirá que funcionó la ‘jugadita’ de nombrarlo para trasladarles a las Fuerzas Militares y de Policía la responsabilidad política del caos del orden público
No faltan quienes afirmen que el desmantelamiento de la inteligencia militar ha sido un objetivo estratégico del Gobierno en estos tres años, con los consecuentes resultados. Hemos llegado a la insólita situación de que Colombia ya no tiene siquiera un general de inteligencia. Y, al amparo de la ‘paz total’, a sus pocos integrantes se les prohibió el desarrollo de actividades contra los principales grupos armados organizados. Por lo tanto, si se quiere anticipar situaciones como las del Catatumbo y dar golpes certeros sobre las cabecillas de la guerrilla y el narcotráfico, hay que restablecer con empeño las operaciones de la inteligencia militar y blindarle su autonomía.
Con el fortalecimiento de las capacidades estratégicas de las fuerzas, el general Sánchez podrá obtener victorias tempranas, sin las cuales no se recuperará la confianza ciudadana ni la moral combativa de la tropa, que en estos tiempos se ha visto humillada por los secuestros colectivos de soldados y policías por parte de fuerzas irregulares vestidas de civil, dada la orden de abstenerse de reaccionar contra las asonadas en su contra.
El nuevo mindefensa tiene que forjar, adicionalmente, un plan de recuperación del control territorial en las zonas más críticas del país, en las que se volvieron comunes el confinamiento, el desplazamiento y el reclutamiento de la población civil, como en el Chocó, el Catatumbo, el Valle del Cauca, el Cauca, Nariño y el sur de Bolívar, el que será imposible si la ley no se impone frente a los cultivos ilícitos.
Nada de esto será posible si Pedro Sánchez no asume su responsabilidad con carácter o si cree que su función es acompañar las movilizaciones que organiza la Casa de Nariño. Tendrá que imponerse o, al final, se dirá que funcionó la “jugadita” de nombrarlo para trasladarles a las Fuerzas Militares y de Policía la responsabilidad política del caos del orden público.
NÉSTOR HUMBERTO MARTÍNEZ NEIRA