Salud Hernández-Mora analiza las tensiones crecientes en el Catatumbo, donde desde finales del año pasado el ELN comenzó a desafiar a las disidencias de las Farc en Norte de Santander. Este enfrentamiento, que ahora ha escalado, deja un saldo trágico de decenas de muertos, heridos y una región sumida en el caos.
En un relato cargado de detalles, la periodista recuerda cómo el comandante Andrey Avendaño, líder del frente 33 de las Farc-EP, le anticipó en diciembre pasado las graves consecuencias de un conflicto armado entre ambas facciones. “Esa guerra no nos conviene a ninguno”, declaró Avendaño en una entrevista realizada en un campamento del bloque Gentil Duarte, en pleno corazón del Catatumbo. Pese a sus intentos de apaciguar las tensiones, la confrontación era inevitable.
La chispa se encendió oficialmente el jueves pasado, cuando un comunicado del ELN declaró al frente 33 como enemigo, acusándolo de “narcoparamilitarismo” y anunciando medidas ofensivas. Desde entonces, los enfrentamientos han dejado casi 30 muertos y provocado el desplazamiento masivo de civiles, mientras colegios y calles quedaron desiertos ante el temor de la violencia.
“Es una situación gravísima que se nos sale de las manos”, lamentó el comandante Arley, en un audio enviado a Semana. En medio del conflicto, líderes sociales como José del Carmen Abril imploran ayuda, denunciando persecuciones y amenazas de muerte por parte del ELN. “Nos estamos refugiando en las montañas, tememos por nuestras vidas”, declaró Abril en un video que subió a redes sociales.
El Ejército ha anunciado el despliegue de 300 soldados adicionales para intentar contener la violencia, pero la realidad en el Catatumbo, una de las regiones más cocaleras del país, muestra lo complejo de la situación. Las guerrillas, más fuertes y organizadas en sus propios territorios, desafían cualquier intento de control por parte de las autoridades.
La escalada violenta, que incluye asesinatos selectivos, cadáveres abandonados en los caminos y combates en cascos urbanos, refleja no solo la pugna territorial entre estos grupos armados, sino también la falta de soluciones efectivas para una región históricamente marginada.
El panorama es desolador. Ni las negociaciones de paz con el Gobierno de Gustavo Petro ni los esfuerzos militares han logrado frenar el derramamiento de sangre. Mientras tanto, el Catatumbo sigue atrapado en una guerra que, como temía el comandante Avendaño, solo debilitará a los combatientes y sumirá a la población civil en un sufrimiento aún mayor.
