Por: Oscar Medina Gòmez
Gustavo Petro no es simplemente un presidente: es el ejemplo de una sucia forma de hacer política que ha reducido el Estado a un campo de batalla donde el clientelismo, la corrupción, el populismo y, como no, la ineptitud son sus armas más efectivas. En su intento por perpetuarse en el poder, Petro ha tejido una red de lealtades cuestionables que amenaza con consolidar un régimen autoritario disfrazado de democracia popular y participativa. Su administración no solo ha profundizado las fracturas sociales del país, sino que ha creado un caldo de cultivo perfecto para la degradación institucional.
Personajes de cero moral y cero en conducta serán los encargados de lograr que Gustavo Petro siga encaramado en el poder en las presidenciales de 2026. Bien con él como titular o por cuenta del monigote que ponga.
Armando Benedetti, Roy Barreras, Juan Fernando Cristo, Alfonso Prada, Gustavo Bolívar, Guillermo Jaramillo, Laura Sarabia, Gloria Ramirez, Alirio Uribe, Francia Márquez, Cielo Rusinke son algunos de los que conforman el cartel de la degradación y la vergüenza. Y , desde luego, el combo de “influencers” prepagos que por contratos y billete vomitan toda suerte de alabanzas y defensas de un gobierno putrefacto. Ejemplos: alias “la gorda Lalis”, “ don Izquierdo”, “el Tete”, “Wally Opina”, “la niña Mencha” y más mamertos enchufados.
Drogadictos, corruptos, delincuentes, cacorros, analfabetas, ineptos, demagogos, farsantes, perezosos… de todo hay en esa olla podrida. Claro. Y, obvio, todos son meros politiqueros vendedores de humo. Como Petro. Su TRANSformador jefe.
Si no recurre a la trampa y caminos sucios para aferrarse al poder -una Constituyente, un Estado de excepción, un alzamiento armado popular, por ejemplo- Gustavo Petro no la tendrá fácil.
Sacando a las firmas encuestadoras a las que él les paga con nuestros impuestos para que digan que tiene más del 50 por ciento de aceptación, todas las encuestas. coinciden en que su case político no va más allá del 30 por ciento de respaldo de la gente.
Esa es su cosecha. En el tiempo que lleva destruyendo la Patria se ha dedicado a sembrar y fortalecer al narcoterrorista de las FARC, el ELN, el Clan del Golfo y delincuencia común. Esas bandolas salvajes de criminales hoy, como nunca, son la ley, son el Estado en más de la mitad del territorio. Sobran los casos en que los hemos visto inaugurando puentes, escuelas, acueductos y tendidos eléctricos. Con invitaciones, himno nacional, fiesta, fuegos artificiales y todo.
Extorsionan, secuestran, asesinan, ponen bombas e incendian poblados, reclutan menores de edad. ¡La Paz total petrista en su máxima expresión!
Con todo y ese aparente paisaje en contra, a su favor para alargar su estadía en el Palacio de Nariño, Petro tiene el poder de ser el Presidente. Lo que no puede lograr con votos legales, lo hará con recursos públicos. Entiéndase: tiene toneladas de miles de millones de pesos para comprar conciencias que se traducirán en votos. Un poder que ya demostró que lo sabe utilizar en el caso de la repugnante corrupción en la UNGRD, donde mandò a sus ministros Luis Fernando Velasco, Ricardo Bonilla, lo mismo que a la Consejera Regional Sandra Ortiz y al Director de Inteligencia Carlos Ramon González a ofrecer maletas llenas con miles de millones de pesos a no pocos “honorables” congresistas.
Ofrecimientos que fueron concretados, entre otros, en las billeteras de Ivan Name, Andres Calle y Wadit Manzur. Desde luego hay más nombres. Se corea que igualmente estarían untados otros ministros: la señora Gloria Ramirez de Trabajo y el señor Guillermo Jaramillo, de Salud..
A su favor Petro también controla organismos clave para que funcione honestamente eso que llaman Estado de derecho. En la fiscalía está una señora Luz Adriana Camargo, fiel hacedora de caso de todas las órdenes que el Presidente le mande. En la Procuraduría Petro hizo nombrar a Gregorio Eljach. Un sujeto que por más de una década fue Secretario General del Congreso de la República. Por lo tanto, conoce como ninguno dònde y còmo es que ponen las garzas de la corrupción estatal. La Corte Constitucional también corre el riego de caer en manos del endiosado y adicto emperadorcito. Con la elección de Miguel Polo, sólo le falta un magistrado para lograr las mayorías que le aprobarían cuanta bellaquería se le ocurra. Así pisotee y atropelle abiertamente la Constitución del 91.
Gustavo Petro Urrego es un tipejo de pasado delincuencial oscuro y espeso. Su accionar criminal cuando formó parte de la bandola narcoterrorista del M19 así lo prueba. Pero también es un hábil sujeto que ha sabido mantenerse activo en la vida política del país. Así sea vendiendo sueños irrealizables. Como los culebreros de pueblo.
Por eso no se le puede soltar la rienda ni dar mucha distancia. Toca actuar masivamente en las urnas para rescatarnos de las garras de un sujeto enfermo. Que se cree el cuento de que ha sido enviado por los dioses para salvar el mundo. Si no, Colombia volverá a repetir en 2026 su más grande y desgraciado error histórico de su vida republicana.
¿Debemos resignarnos a este futuro? ¿Es inevitable que Colombia sucumba a la repetición de la corrupción desbordada, del imperio del crimen y las guerrillas terroristas, del populismo y el autoritarismo? La respuesta es no.
El 2026 será una batalla política decisiva, crucial. Esto requiere una ciudadanía alerta y un frente amplio que trascienda las divisiones partidistas para defender la democracia y evitar que el país caiga en un ciclo interminable de autoritarismo.
Es momento de actuar con inteligencia, firmeza y unidad. Petro no es invencible. Su derrota sòlo será posible si la oposición deja atrás sus egos y personalismos para ofrecer una visión de país que inspire esperanza en lugar de miedo. El tiempo de las excusas ha terminado. Colombia merece un mejor futuro. Hay que retomar el camino de la legalidad, la institucionalidad y la decencia. La gravedad del momento que vivimos es una orden para actuar. Digo yo.
Oscar Medina Gòmez