Juan Carlos Ramírez Abadía, conocido como alias Chupeta, uno de los capos más temidos del narcotráfico en Colombia, ha sido liberado por las autoridades de Estados Unidos tras cumplir 16 años de prisión. Exlíder del cartel del Norte del Valle, había sido condenado a 20 años, pero su colaboración con el gobierno estadounidense le permitió obtener la libertad anticipada.
Ramírez Abadía es recordado como una figura singular en el mundo del crimen organizado por dos características particulares: su obsesiva transformación física y su influencia en procesos judiciales internacionales. En su intento por evadir a las autoridades, se sometió a múltiples cirugías plásticas que alteraron drásticamente su rostro, lo que le valió el apodo de “el hombre de las mil caras”. Además, sus testimonios y confesiones lograron opacar incluso el juicio de Joaquín El Chapo Guzmán, convirtiéndose en un protagonista inesperado de los casos contra los grandes capos del narcotráfico.
El 7 de agosto de 2007, Chupeta fue capturado en Brasil, aunque inicialmente su identidad fue un enigma. Los múltiples cambios en su apariencia confundieron a los investigadores, quienes solo pudieron confirmarla tras comparar su voz y sus huellas dactilares. “Fue un desafío identificarlo. Ni siquiera los expertos podían asegurar que era el mismo hombre al que llevaban años persiguiendo”, relató a Semana Fernando Francischini, agente de la Policía Federal brasileña que lideró la operación en aquel entonces.
Considerado uno de los narcotraficantes más poderosos de Colombia, Chupeta acumuló una fortuna millonaria con el tráfico de cocaína hacia Estados Unidos. Su legado criminal y su capacidad para esquivar a las autoridades durante años lo convirtieron en una figura clave en la historia del narcotráfico internacional. Ahora, su liberación vuelve a poner su nombre en el centro del debate sobre justicia, cooperación judicial y los acuerdos que permiten reducir condenas a cambio de información valiosa.