NÉSTOR HUMBERTO MARTÍNEZ
Rubio y las autoridades americanas se interesarán en que el proceso democrático del 2026 en Colombia no sufra interferencia alguna. Lo necesitamos.
El nombramiento de Marco Rubio como secretario de Estado de los Estados Unidos tiene que ser motivo de regocijo para la gran mayoría de los colombianos. No solo por su proximidad con Colombia, a través de su esposa, compatriota nuestra, sino porque desde el Congreso americano ha dado muestras inequívocas de su interés por la situación de América Latina y, en particular, de nuestro país.
Rubio conoce bien de la importancia geoestratégica de Colombia para la democracia occidental y para la estabilidad regional, por lo que –de seguro– priorizará la importancia de nuestras relaciones internacionales.
Se sabe que Rubio tiene una preocupación justificada por el curso de la ‘paz total’ del actual gobierno. Porque está mal concebida, no produce beneficios efectivos y nació ilegítimamente en las cárceles del país, durante la campaña presidencial.
Se dice, inclusive, que el Gobierno americano tiene evidencia de compromisos espurios que se habrían adquirido en aquellos tiempos. Es de esperarse que la posición de Estados Unidos en este frente sufra un cambio sustancial. No habrá indiferencia, ni mucho menos complacencia, visto el crecimiento de la delincuencia y el narcotráfico, que constituyen una amenaza regional.
Con razón ha dicho Marco Rubio que “Petro hizo campaña para la presidencia con una plataforma de mayor igualdad y justicia, pero los mayores ganadores tras suelección han sido los narcotraficantes y los traficantes de personas”.
El problema con EE. UU. se verá agravado con el nombramiento de delincuentes pedidos en extradición por la justicia gringa, como gestores de paz.
Para el Departamento de Justicia tiene que constituir un acto de provocación que nuestras autoridades se tomen la atribución de suspender órdenes de captura de la justicia americana. Se trata de algo que carece de precedentes en el sistema de cooperación judicial internacional.
La forma como hoy se dirigen nuestros organismos de inteligencia será, seguramente, otro frente de interés en las relaciones bilaterales.
Durante décadas, las agencias americanas fueron nuestras mayores aliadas en la lucha contra el terrorismo y la preservación de nuestra seguridad nacional. Todo cambió con Petro.
El reconocido investigador privado Andrés Otero denuncia, en su habitual columna de ‘La República’, que las labores de reconocimiento en el país están actualmente en manos chinas, rusas e iraníes.
Lo cierto es que los americanos tuvieron que recoger sus apoyos logísticos y tecnológicos operacionales de inteligencia, y se dice que actualmente no tienen ningún protocolo activo para tareas conjuntas con la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI).
Es evidente que a Estados Unidos debe preocuparle el giro que han tomado la orientación de nuestra inteligencia de Estado y, por qué no decirlo, su dirección confiada exclusivamente a correligionarios del antiguo M-19.
No cabe duda de que, una vez más, la agenda bilateral se narcotizará. Porque, si bien las autoridades americanas le otorgaron un voto de confianza transitorio a la política antidrogas del Pacto Histórico, su fracaso es estruendoso y el país ha quedado en las regiones a merced de bandas de narcotraficantes de todos los pelambres, inclusive extranjeras, que constituyen una amenaza diaria para nuestra seguridad interna y la de la salud pública de Estados Unidos, que Trump no va a permitir.
Es ilusorio pensar que allí seguirán indiferentes frente a un país con 300.000 hectáreas de cultivos ilícitos, en cuya verdadera medición se empeñará Estados Unidos, de nuevo, porque Marco Rubio considera que la suspensión del monitoreo de drogas fue “un regalo para el gobierno Petro”.
No todo será una política al estilo del ‘big stick’, si nuestro canciller entiende que si se sincronizan los intereses de los dos países, es posible obtener una mayor cooperación de Estados Unidos para atender nuestros desafíos en el campo social, justo ahora cuando la realidad fiscal del país conllevará una reducción de los recursos disponibles para atender los subsidios existentes a favor de grupos vulnerables.
Y lo más importante: Rubio y las autoridades americanas se interesarán en que el proceso democrático del 2026 en Colombia no sufra interferencia alguna. Lo necesitamos. ¡Bienvenido, Mr. Rubio!
Taponazo. Gran vacío el que deja la salida del aire del noticiero CM&.
NÉSTOR HUMBERTO MARTÍNEZ