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Belle époque: El festival de música clásica que se realizará durante la Semana Mayor, en Bogotá

Del 5 al 8 de abril, el Teatro Mayor realiza su VI Festival Internacional de Música Clásica. Por Emilio Sanmiguel

Como se los entiende hoy en día, la historia de los festivales de música se remonta al siglo XVIII en Inglaterra. Durante el XIX se hicieron más frecuentes y para el XX proliferaron de tal manera en Europa y los Estados Unidos, especialmente durante el verano, que solo en Francia se realizan más de 200.

Probablemente, el más famoso del mundo es el de Salzburgo, la ciudad natal de Mozart, porque reúne durante la Semana Santa la quintaesencia de la música internacional. De todos es el único que se financia, casi exclusivamente, con la taquilla; con el costo de una boleta el pobre Mozart habría salido de las afugias económicas que lo atormentaron toda la vida.

El más excluyente es el de Bayreuth, en la Baviera alemana, durante el verano. Casi una extravagancia. Ocurre en un teatro que solo abre sus puertas para su realización. Solo presenta óperas de Wagner –no todas– y la Novena sinfonía de Beethoven. Como si se tratara de algo religioso –al lugar lo denominan “colina sagrada”–, los asistentes se sienten peregrinos. Allá van los wagnerianos, los que creen serlo y los que sienten que hay que estar en algo tan exclusivo porque sí. Conseguir una localidad es faena de romanos.

Los festivales animan la vida de las ciudades como fiestas que son y elevan el nivel cultural de sus habitantes. Sin embargo, su realización es compleja y, casi siempre, muy onerosa, por lo que, con frecuencia, hay el riesgo de que se conviertan en eventos de entretención y no en espacios de cultura musical.

Festivales a la Colombiana

La historia de los festivales de música en el país es bastante exigua. El primero que tuvo dimensión nacional fue el de Música Religiosa de Popayán. Inaugurado en 1964, tuvo su momento de máxima influencia durante la década del setenta e inicios de los ochenta. Se sigue realizando.

En Bogotá ha habido muchísimos intentos de institucionalizarlos. Han existido de todas clases; uno que ocurre a mitad de año se llama Festival de Verano, pese a que suele desarrollarse bajo torrenciales aguaceros. Pero convoca multitudes.

En 1988, Fanny Mikey y Ramiro Osorio se inventaron el Festival Iberoamericano de Teatro, que se realiza durante la Semana Santa en los años pares.

Cuando Osorio asumió en 2010 la dirección del Teatro Mayor, resolvió crear el Festival de Música Clásica de Bogotá para los impares y le sonó la flauta, porque la respuesta del público ha sido masiva, y los resultados artísticos, por fuera de cualquier sombra de duda.

El de este año es el VI. Propone al público adentrarse en uno de los periodos más variados, sugestivos y hasta contradictorios en materia musical: la belle époque.

Al contario, por ejemplo, del Barroco, el Clasicismo o el Romanticismo, la belle époque no es un estilo musical, sino, bien lo indica su nombre, una época. Tuvo por centro de gravedad a París durante el paso del siglo XIX al XX. Concretamente, entre 1870, final de la guerra franco-prusiana, y 1914, inicio de la I Guerra Mundial. Para el caso, la transición entre el II Imperio y la III República, en cierta medida la despedida definitiva del Antiguo Régimen. Para el caso francés, y en general para el europeo, fue una época de paz durante la cual florecieron las artes y se gestaron movimientos estéticos tan osados, audaces y contestatarios que de esa especie de revolución se sigue alimentando aún la modernidad. La música, desde luego, no fue ajena a semejante fenómeno que alcanzó su momento de máximo esplendor en la obra de compositores como Camille Saint-Saëns, Jules Massenet, Gabriel Fauré, Ernest Chausson, Erik Satie, Igor Stravinski y, sobre todo, Maurice Ravel y Claude Debussy. Época durante la cual París vivió la llegada de los Ballets Rusos de Diaghilev, que significó para las artes un antes y un después.

Es de eso que se trata este VI Festival de Música Clásica, Bogotá es Francia: 41 conciertos y funciones de ballet en 16 escenarios; espectáculos pagos (nada por fuera del bolsillo promedio) y otros de entrada libre. La verdad, un espacio para los melómanos, no solo de Bogotá, sino de todo el país, porque durante la Semana Santa el jet set criollo se desplaza en masa a Cartagena y Miami, el aterrador tráfico de Bogotá se aliviana de manera milagrosa y, a veces, hasta el clima se pone del lado de la música.

Tomado R.S.

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