La psiquiatría ha dejado de ser la interprete del idioma corporal y verbal para convertirse en expendedora d e tuercas medicamentosas, pastillas que actúan en el cerebro obligando a las neuronas a trabajar a gusto del químico. Si , es verdad. Un logro gigantesco que ha permitido aliviar rápidamente emociones dolorosas, irritabilidad y mal genio destructor, ha permitido sepultar lo que se llama tristeza para generar la felicidad constante en medio de la desolación.
Por allí leía en un libro, muy vendido y de muchos usos, la frase: un fantasma recorre Europa el fantasma del comunismo. Y ahora el fantasma que corre el mundo es el fantasma de la soledad maquillada con disparos de dopamina secretada por las neuronas dándonos una cuasirealidad.
Las células cerebrales ya no las comanda la interacción afectuosa del otro, pues el otro no existe o está distante y no hay tiempo para la caricia , ni para el almuerzo familiar del medio día. Estamos abrumados por la deslumbrante y enceguecedora luz de las ofertas. Las redes nos llenan los huecos del amor, y las marcas nos atragantan con su decorados innecesarios.
Hace falta el revolucionario, los revolucionarios cual imán atrayendo las masas hacia las tertulias cotidianas, hacia el chasquido de las copas de vino, hacia las miradas cercanas que abrazan en calor impidiendo la entrada de los nuevos y endémicos virus llamados pastillas.
Lucio David Gonzalez . Psiquiatra. Máster Psicoanalisis