Hace muchos muchos años, Iris La diosa del arco de múltiples colores le dijo al dios de la noche “Por favor envía a tu hijo Morfeo , dios de los sueños, y dile que infunda a Alciona un sueño y que le diga que ya no reprima más sus lágrimas, y que debe llorar y llorar a su esposo muerto, de lo contrario él se quedará por siempre en el tártaro”
Este hermoso relato del autor Ovidio, en su libro la metamorfosis, nos muestra uno de los trabajos de nuestros sueños, el desahogo.
Morfeo suele infundirnos sueños de que somos ricos cuando en verdad somos pobres, nos permite andar desnudos cuando en realidad somos muy recatados y, a veces nos invita a hacer cosas ilícitas cuando la verdad es que somos muy éticos, e incluso podemos danzar en la infidelidad con la doncella o el doncel jamás imaginados en vida despierta.
Antropólogos Colombianos nos cuentan que durante un mes de cada año, los indígenas Arhuacos, además de soñar, ellos danzan y bailan, se embriagan y rompen las cadenas de la ética, para que al final de este festín gozoso se reconcilian pidiendo perdón por las ofensas hechas, y los excesos realizados, dando ofrendas de reconciliación; pues en su cosmovisión existe el equilibrio en lo contradictorio
Y quien no ansia las fiestas carnavalescas de cada pueblo del mundo. Allí nos desbordamos, nos disfrazamos de la identidad verdadera y profanamos lo pilares culturales que con tanto esfuerzo hemos construido en un laborioso y obsesivo año.
Otros humanos acuden al ritual chamanico para comer el hongo alucinógeno o beber el elixir del yagé o el peyote y, de esta manera, hablar con las plantas y los animales, mirar el movimiento de la savia por las arterias de los árboles, y convertirnos en jaguares ,o escupir animales espantosos por nuestras bocas , sacando así las metáforas de nuestras pasiones.
Ya en la infancia, la sabiduría popular durante siglos, ha relatado los bellos cuentos de hadas, cuentos llenos de crímenes, envidias, mentiras y odios edípicos. ¿Quién no ha leído los tres frijolitos en donde el niño desobedece a la madre al vender una vaca por tres simples frijoles? y, pero aun, el niño trepa al gigante árbol y se vuelve ladrón robando las monedas de oro, la gallina dorada y el arpa cantora del Ogro. Para descaro del cuento, la madre le ayuda al hijo a derribar el árbol y matar al Ogro, esto ya es asesinato. En Hansel y Gretel los niños matan a la bruja, y la madrastra con complicidad del padre destierra a los hijastros; y en Blanca nieves se planean asesinatos dándose de baja a la bruja
Cuando fallan los sueños, cuando no hay yagé chamanico, cuando no hay carnavales, ni cuentos de hadas, , ni risas desbordadas, ni libros prohibidos, estamos cerca de contraer un virus llamado trastorno mental.
Entonces nos toca visitar al psiquiatra quien opta por dos métodos: escucharnos o darnos la pastilla mágica. Si opta por escucharnos, tímidamente le compartiremos nuestro ilícitos, nuestros odios, envidias, picardías y falsedades mundanas, lugar donde quizá al verdadera personalidad asoma en forma desnuda vertiendo lágrimas de verdad, pero a su vez emergiendo sonrisas de vida alistándonos para otra temporada de obsesivas obligaciones. Si opta por la pastilla mágica, este medicamento viajará cual submarino nuclear por nuestro cerebro sepultando toda una red neuronal de conflictos.
Y si no hay psiquiatra, entonces no olvidemos la psicoterapia ancestral y cultural: la Tertulia semanal. No hay nada mejor que la catarsis cada viernes en las Tertulias, donde los amigos y las amigas, al compás de los vinos, nos embriagamos para burlarnos del vecino, insultar al amigo o crear chistes y decir o decirnos los defectos, terminando en abrazos de perdón o lágrimas de pena. Tertulia de charlas científicas no son tertulia, tertulia es la danza de los placeres y la salida poética creativa al son de guitarras exorcizando nuestras pasiones.
Nuestro Ser es la cara y nuestro inconsciente es el sello, de la moneda. Es el consciente y el inconsciente freudiano, es el yin y el yang chino, es en última instancia la transparencia iluminada del ser y a su vez su tenebrosa oscuridad. La danza de ambos polos es lo que permite la normalidad, dándose énfasis al polo amoroso sobre el tanático
Lucio David González.
Psiquiatra. Master Psicoanálisis.