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535 días de purgatorio

Por: MARÍA RUEDA

¿Qué va a pasar en este limbo en el que vivimos, durante lo que resta de este gobierno?

Fue tan grande el daño que se hizo Gustavo Petro trayendo a Armando Benedetti al Palacio de Nariño que es difícil de entender. Porque era totalmente previsible. Un ‘harakiri’ tan monumental no se había visto en los círculos palaciegos, que yo recuerde.

El presidente tenía que tener previstos el escándalo y la indignación que causarían no solo en la opinión pública, sino dentro de su propio círculo íntimo, que le costó la renuncia de algunos de sus funcionarios más cercanos y leales. La razón es que Benedetti, exitosísimo operador político en otras épocas, fue mutando en su imagen hasta convertirse en el símbolo de la corrupción.

No hay escándalo de este gobierno en el que su nombre no aparezca metido o que él mismo no haya protagonizado, además de la cola que traía de atrás (antes de arrimarse a Petro), lo cual le ha costado investigaciones de Fiscalía y Corte por enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias por la feria de contratación en Fonade, sus travesuras en el fondo del magisterio, la compra de su casa en Puerto Colombia y de su actual apartamento en Bogotá con un dinero cuyo origen no es claro, e incluso supuestos seguimientos al abogado Jaime Lombana y chuzadas al exfiscal Néstor Humberto Martínez y a su esposa, Claudia.


En el nuevo capítulo durante este gobierno, hay que añadirle los 15.000 millones para la financiación de la campaña Petro, el clan Torres y sus supuestos vínculos con ‘Papá Pitufo’, para no ir más lejos. Atravesamos, por cuenta del señor Benedetti y desde luego de quien lo llevó a Palacio, un desgobierno sin precedentes.

En medio de este despelote, sin ministros, sin altos funcionarios claves del Gobierno (van 8 renuncias) y hasta sin cúpula de la Policía, a Petro le dio por emprender un viaje rarísimo a los Emiratos Árabes cuyo propósito no pudo ser, como el de una amiga mía, subirse en la maravillosa aerolínea Emirates Airlines solo para experimentar qué se siente montar en un avión con cabina propia, cama de primera y ‘jacuzzi’. Pero resulta más explicable esa disculpa que los trofeos que nos trae de vuelta de su viaje, con los que Petro intenta justificarlo: un acuerdo de vuelo directo los domingos Dubái-Bogotá; unos medicamentos contra el sida y el anuncio bomba de que la IA haría desaparecer el trabajo rutinario de millones de personas.

¡El auditorio debió quedar estupefacto!
Entretanto, los problemas de orden público en Colombia continuaron agravándose mientras el muy gris exministro de Defensa Velásquez se despedía, en medio de la controversia de si alias Araña, hoy capturado y quien pasó de narco puro a cabecilla de los “comandos de frontera”, debe ser extraditado o puesto en libertad para que, en su condición de negociador, siga enviando coca a los EE. UU.

En otros países, esta situación habría provocado un golpe de Estado. Por fortuna aquí no hay nadie planeando eso. Pero sí vamos contando con angustia los meses, días y horas para que termine este purgatorio.
Desde Dubái, Petro empezó a rellenar los huecos en su gabinete. El problema es que llegarán ministros sin ningún conocimiento del trabajo que van a realizar. Y a quien Petro trajo a Palacio considerándolo su tabla salvadora en cuanto a sus reformas y la agenda legislativa, el señor Benedetti, no es ya más el gigante que conocimos moviéndose en el Congreso.

¿Por cuenta de este símbolo de la corrupción en que se convirtió, a cuántos parlamentarios, de los puros o de los ladrones, les interesará que los vean sentados a manteles en un restaurante con el flamante nuevo “jefe de despacho”?
El gobierno Petro ya no despierta entre los congresistas ni el temor ni el respeto que pudo haber infundido a comienzos de su gobierno. Entonces, ¿qué va a pasar en este limbo en el que vivimos, durante lo que resta de este gobierno?

Lo previsible es que haya una untada magistral de mermelada para la izquierda y la derecha comprando congresistas con puestos y contratos, pero sin mucho tiempo, pues empezará a regir la ley de garantías. No es que la técnica de la mermelada sea nueva, incluso cuando este gobierno generaba entre algunos respeto e ilusión. Pero si no le meten la mano a ese frasco de mermelada con una espátula que raspe todo lo que tiene, será difícil que le vuelvan a pasar en el Congreso sus iniciativas.

Así Benedetti se instale en el Salón Elíptico con una carpa de las de los desplazados del Catatumbo.
El último episodio que explica el descrédito es el de ‘Papá Pitufo’, que se hincha por minutos y en el que todos sus protagonistas mienten.
Luz María Sierra, la gran directora de ‘El Colombiano’, dice que desde el famoso consejo de ministros de la debacle “esto se clausuró”. Y mi vecino de columna de esta página, Thierry Ways, que “esto se acabó”. Ambos tienen razón. Sin embargo, no se les olvide: a este purgatorio le esperan todavía 535 días.

MARÍA ISABEL RUEDA

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