La guerra ha trastocado La Vie en Rose de la que los ricos de Rusia gozaban a bordo de sus yates en la Costa Azul francesa o los barrios más exclusivos de Londres o París. Unas viejas costumbres que los sucesivos paquetes de sanciones impuestos por Estados Unidos y la Unión Europea han erradicado abruptamente. En busca de alternativas, las fortunas rusas han hallado su refugio entre el imponente horizonte de rascacielos de Dubái, levantado en las últimas décadas a base de petrodólares. En mitad del desierto y el artificio, lejos del frío moscovita, el desembarco de los magnates de Rusia ha disparado los precios y desatado el furor inmobiliario.
La capital del ocio de los Emiratos Árabes Unidos les ha acogido con los brazos abiertos. En el aeropuerto internacional de Dubái, la capital del ocio de esta federación de siete emiratos con medio siglo de existencia, un grupo de turistas factura sus pertenencias. Moscú, reza la pantalla situada encima del mostrador. Un destino vetado en los países de la UE desde el cierre hace ahora un año del espacio aéreo a la Federación Rusa como represalia a la invasión de Ucrania. Los pasajeros más remolones del trayecto hacia la capital rusa son jóvenes -en la veintena- y lucen marcas con precios de escándalo. Una ostentación pública que comparten con sus huéspedes árabes, cuya calculada neutralidad les ha permitido captar los rublos obligados a dejar el Viejo Continente.
“Dubái una de mis pocas opciones de escala”, reconoce un ex banquero ruso que exige anonimato. Tiene parientes en el sur de España y ostenta un cargo público que le obliga a viajar con regularidad fuera de las fronteras de Rusia. “También podría hacerlo por Turquía o Serbia, pero prefiero Dubái”, desliza discretamente en mitad de uno de sus tránsitos. “Todo se ha complicado enormemente desde el pasado febrero. Estoy cansado de esta guerra”, murmura sin más detalles. Las sanciones y la suspensión de los vuelos directos han sumado horas a sus periplos por Europa y el resto del mundo, haciéndolos interminables.
La elección de Dubái de este magnate no resulta casual. En los últimos doce meses la contienda ha tenido un efecto estratosférico en el emirato que dirige la familia real Al Maktoum, con una población de 3,3 millones de personas -cerca de un 90 por ciento son extranjeros- y una extensión similar a la de la provincia de Las Palmas. Los nacionales rusos lideran el mercado inmobiliario, desplazando a los europeos e indios, los clientes que habían copado hasta ahora los primeros puestos. Según datos de la correduría de seguros Betterhomes, Rusia encabeza la clasificación desde el tercer trimestre de 2022, seguida de India, Reino Unido, Italia y Francia. “Los conflictos mundiales y la creciente reducción de las llegadas de europeos han colocado a los rusos a la cabeza de nuestra clasificación como los compradores no residentes número uno en Dubai”, esboza la firma. En el primer trimestre de 2022 las ventas inmobiliarias a rusos protagonizaron un incremento del 67 por ciento. Inmobiliarias dedicadas exclusivamente al mercado rusoparlante ha duplicado sus ingresos en el lapso de meses.
“Se ha producido un incremento importante, pero, en realidad, los rusos llevan años invirtiendo en Dubái, principalmente en el sector bancario. El destino de esas inversiones ha cambiado en los últimos meses hacia el inmobiliario”, reconoce a este diario Tahir Majithia, el principal responsable de Prime Capital, una de las empresas inmobiliarias que protagonizan el boom que ha transfigurado la urbe en un refugio dorado de los recién llegados de Rusia. Es primera hora de la mañana y habla de un mercado que se conoce al dedillo desde un café ubicado en uno de los distritos financieros de Dubái. Su cartera de clientes está integrada por hombres de negocios y políticos de medio mundo.
Las preferencias varían según la nacionalidad, advierte Majithia. “A los rusos, como a la mayoría de los europeos, les gusta encontrar una residencia a orillas del mar y con la playa cerca”, detalla. En su catálogo, figuran auténticos palacetes por 60 millones de euros. “En ciertas zonas, como Palm Jumeirah [un archipiélago de islas artificiales con forma de palmera] los precios se han incrementado rápidamente en los últimos meses”, advierte. “No hay nada decente por menos de 500.000 euros”, agrega.
Apartamentos adquiridos por 200.000 euros antes del conflicto han sido vendidos recientemente por un millón de euros. Una euforia que ha llenado de rusos y nacionales de Europa del este y el Cáucaso la animada vida nocturna de Dubái. Entre los nuevos vecinos, se halla el oligarca Roman Abramovich, ex dueño del Chelsea y durante años próximo a Vladímir Oputin. Su yate privado, una fortuna de 320 millones de euros, lleva meses atracado en la ciudad después de que el Departamento de Justicia estadounidense ordenara su incautación.
Muchos han optado por la ciudad que alberga Burj Jalifa, la cima del mundo, como valor refugio en tiempos de incertidumbre internacional. “El 60 por ciento de mis clientes son inversores que no viven aquí sino que quieren una segunda vivienda o que la usan para alquilar”, admite el agente. En mitad de las sanciones y el aislamiento occidental, el pronóstico de los economistas es que la economía rusa sufra las consecuencias de la contienda en 2023, con una pérdida cercana al 5% del PIB.
El éxito de Dubái, acelerado por las ventajas fiscales que ofrece el emirato a quienes se registran como residentes, preocupa en los despachos occidentales. Desde el inicio de la guerra em Ucrania, han recelado de la estrategia de las monarquías del golfo Pérsico. Su política de puertas abiertas a los rusos ofrece un salvoconducto para esquivar las sanciones que progresivamente han ido imponiendo Estados Unidos, la Unión Europea y Reino Unido. “Emiratos ha intentado ser neutral en el conflicto de Ucrania y se ha convertido en el hogar de rusos y ucranianos durante el conflicto, del mismo modo que hay israelíes e iraníes, por ejemplo”, confirma a este diario el analista Ghanem Nuseibeh. Para sortear las restricciones a la salida capital en Rusia y su exclusión del sistema bancario, la diáspora también ha alcanzado a las empresas tanto rusas como extranjeras con presencia en Rusia. Dubái ha sido uno de los destinos finales de la mudanza.
“Dubái se ha convertido en un polo para todas las nacionalidades y se ha abierto a personas de todo el mundo. Es la piedra angular del éxito de Dubái”, agrega. Un modelo que ha realizado cambios en los últimos años para cumplir las expectativas de los nuevos y cotizados residentes: ha relajado la aplicación de la sharía (ley islámica) que rige el país, permitiendo la convivencia de extramaritales de extranjeros; ha adoptado el fin de semana occidental frente a la festividad del viernes, común en la mayoría de los países musulmanes; ha ofrecido nuevos visados para quienes han abrazado el teletrabajo; ha agilizado los trámites de compra y venta inmobiliaria; y ha normalizado lazos diplomáticos con Israel, abriendo nuevas oportunidades de negocio.
La veloz reapertura del país tras la pandemia del coronavirus, precedidas de meses de extrema vigilancia, y la celebración de la Exposición Universal el año pasado también han contribuido a esta explosión. Los elevados salarios y la escasez de tributos han seducido a los bolsillos más abultados. Emiratos Árabes Unidos figuraba en la «lista negra» de 17 países del mundo considerados paraísos fiscales elaborada en 2017 por la Unión Europea en base a su falta de avances en política fiscal. Un año después, pasó a engrosar la más benigna “lista gris” tras introducir por primera vez el impuesto sobre el valor añadido. A partir del próximo junio debería entrar en vigor un impuesto de sociedades del 9%. A pesar de los progresos fiscales, Emiratos protagoniza una agresiva política de captación de inversión extranjera.
Tomado E.I.